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Panóptico global

Durante estas vacaciones de crisis en que no pocas familias han redescubierto la comuna, la tartera y el camping, yo, gracias a los telepeajes portugueses, he redescubierto que vivimos en un panóptico global. El panóptico es la cárcel que imaginó y diseñó el filósofo utilitarista inglés Jeremy Bentham en 1791. En ella un único vigilante, oculto en una torre, puede observar a todos los presos sin ser visto ni oído. Este modelo penitenciario, amén de más barato pues requiere menos personal, es más efectivo, ya que los prisioneros, al sentirse permanentemente observados por un Gran Hermano, terminan por censurarse a sí mismos por temor a ser castigados.

Bentham propuso su aplicación también en fábricas, escuelas, hospitales… Y se quedó corto, porque es el origen de la videovigilancia, cuya uso se ha extendido a hoteles, bancos, edificios públicos, calles y hasta carreteras. Si han viajado por Portugal sabrán de lo que hablo. Ahogada, como España, por la obligación germánica de reducir su déficit, el país vecino busca dinero hasta debajo del asfalto y ha hecho de pago casi todas sus autovías. En la mayoría de las que eran gratuitas ha establecido el telepeaje, idea que quiere aplicar la lideresa del PP, Esperanza Aguirre, en la Comunidad de Madrid. En dichas carreteras lusas el cobro del peaje es exclusivamente electrónico, no hay estaciones ni cabinas con personal: nuestro coche es detectado cuando circula bajo los pórticos de peaje que cruzan la vía bien a través de un dispositivo que debemos adquirir o bien mediante métodos de pago que funcionan sin él. Si no apoquinamos y nos cazan, seremos multados con diez veces la tasa de peaje. Con este sistema similar al panóptico, el Ejecutivo portugués necesita menos empleados, al tiempo que logra que nos sintamos permanentemente vigilados, pues no sabemos cuándo estamos siendo observados. Por eso, al final logra su objetivo: que paguemos.

El panóptico y su versión sofisticada, la videovigilancia, están basados en el miedo. Por eso, son sistemas de control perfectos, ya que el miedo a ser pillados lleva a los vigilados a autolimitarse, a coartar su libertad. Esto, como analiza el sociólogo Michel Foucault en ‘Vigilar y castigar’, contribuye a perfeccionar el ejercicio del poder, ya que permite reducir el número de los que lo ejercen y multiplicar el de aquellos sobre los que se ejerce. Además, permite actuar incluso antes de que las faltas se cometan, al tiempo que contribuye a reeducar a la población, modificando su conducta. Así, se da la paradoja de que, pese a que, como rezaba esa publicidad del metro de Madrid, “más de mil cámaras velan por tu seguridad”, te sientes más inseguro que nunca, lo que alimenta tu temor. Y este ha sido siempre un arma de dominación y un fiel aliado del poder. ¿Y quién tiene ahora el poder? Los mercados, que actúan como los vigilantes del panóptico. Porque, como explica el intelectual checo Iván Klima, víctima de la represiones nazi y estalinista, “a diferencia de los anteriores usurpadores de poder no tienen rostro ni identidad. Son invulnerables a los golpes y las palabras. Su poder es quizá menos ostentoso, menos abiertamente declarado, pero es omnipresente y no cesa de crecer”.

(Publicado en el diario HOY el 26/8/2012)

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blog personal del periodista Antonio Chacón Felipe

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