Mandamases de todo pelaje y condición -tú también, Rubalcaba, y tú, consejero o directivo de corporación, y tú, liberado dirigente sindical-, escuchad al pueblo. No sólo habla cada cuatro años a través de las urnas, también, y cada vez más, en las calles y plazas. ¿No lo oyen? Pues mira que clama, pita, le da a la cacerola y la vuvuzela… Está harto de promesas incumplidas, de que se lo trate como mercancía perecedera, de ser un mero número en una estadística o una cuenta de resultados… Mas, nada, seguís en vuestra torre de marfil, desconectados de la realidad y abducidos por Sauron. ¡Ay, el anillo de poder! Soberbios, os creéis en posesión de la verdad y os obcecáis en el error mientras nos arrastráis al abismo. Da igual que la mayoría os digamos que estáis equivocados. Aún pensáis que los indignados son cuatro perroflautas. ¡No, hijos, no! Los barómetros del CIS y los datos sobre conflictividad laboral y social (las jornadas de huelga y las protestas ciudadanas se más que duplicaron el año pasado) reflejan el creciente cabreo del pueblo con vosotros. Pero como sabéis tanto os comportáis como los tres monos sabios: ni oís, ni veis ni nos habláis.

¿No veis lo que estáis haciendo? Otra vez dos Españas: una cada vez más rica y otra cada vez más pobre. El último informe de Cáritas lo dice claro: entre 2006 y 2011 la diferencia entre las rentas más altas y las más bajas ha aumentado un 30%, y las primeras son ya siete veces mayores que las segundas. Esta desigualdad es “un escándalo político y ético” que demuestra que “quienes realmente se han ajustado tres botones del cinturón son los más pobres”, como denuncia el secretario general de Cáritas, Sebastián Mora.

Lejos de abochornaros, permanecéis tranquilos, majetes, en vuestros sillones y sacáis pecho, alardeando de que, gracias a vuestras recetas, el déficit se está reduciendo (si descontamos las ayudas a la banca, claro) y a finales de año la economía empezará a crecer, aunque tan poco que el paro seguirá subiendo. No obstante, la reforma laboral acabará dando sus frutos… cuando ya no se pueda despedir más. Cegados por la vanidad, os creéis los reyes del mambo porque tenéis el bastón de mando. Pero, eh, jefe, como se encargaba de repetirle un siervo al general que desfilaba victorioso por la antigua Roma para bajarle los humos, “memento mori” (“recuerda que morirás”), no eres un dios.

Bah, no me hagáis mucho caso, sólo soy un pobre necio, como el de la canción de Silvio Rodríguez, al que “para salvarme entre únicos e impares, para cederme un lugar en su Parnaso, / para darme un rinconcito en sus altares / me vienen a convidar a arrepentirme, / me vienen a convidar a que no pierda, / me vienen a convidar a indefinirme, / me vienen a convidar a tanta mierda”. Pero “yo quiero seguir jugando a lo perdido, / yo quiero ser a la zurda más que diestro. / (…) Dirán que pasó de moda la locura, / dirán que la gente es mala y no merece, / más yo seguiré soñando travesuras / (acaso multiplicar panes y peces). / (…) Será que la necedad parió conmigo, / la necedad de lo que hoy resulta necio: / la necedad de asumir al enemigo, / la necedad de vivir sin tener precio. / Yo no sé lo que es el destino, / caminando fui lo que fui. / Allá Dios, que será divino. / Yo me muero como viví”.

(Publicado en el diario HOY el 24/3/2013)