De la patada en la puerta, a la patada en la boca. De la ley Corcuera a la ley mordaza. España va bien… derecha, con paso marcial, al ritmo que marca la División Azul, hasta la casa Rusia. Rajoy es un hijo de Putin. Las leyes de Seguridad Ciudadana y de huelga que pergeña parecen dictadas por el zar ruso. Nuestro Señor Presidente no necesita una ley habilitante, es ya maduro para hacer lo que le dé la gana sin dar cuentas a nadie, ni siquiera a Bárcenas.
Con la economía encarrilada (o eso nos quieren hacer creer) y la banca saneada (o eso nos quieren hacer creer), don Mariano ha pasado a la reacción social. Quiere una España como Dios manda, de la que pudieran sentirse orgullos dos paisanos: su padrino don Manuel y el tío Paco. En eso es franco. El embalsamador del caudillo, hizo un buen trabajo: 38 años después su momia y su legado se han mantenido incorruptos, todo lo contrario que el roscón de reyes, que parece un brazo de gitano. Y Rajoy los ha exhumado. Gracias a su habilidad como conservador, el generalísimo aún es reconocible, porque se ha ido acartonando menos rápidamente que nuestra democracia de cartón piedra.
Como buen pastor, don Mariano no quiere que el rebaño se salga del redil y desacate la autoridad de sus perros guardianes para seguir a los perroflautas. No quiere vagos y maleantes en las calles, ni protestones que le agüen la fiesta. No le importa dejar la Constitución en papel mojado ni saltársela de puente a puente y tirar porque le lleva la corriente. Nuestra Carta Magna proclama que España es “un Estado social y democrático de Derecho”. Avanzado el desmontaje del Estado social, toca ahora empezar a desmontar el democrático de Derecho. La intención es clara: vota y sé sumiso. La ciudadanía podrá votar, pero no botar; podrá elegir, pero no decidir; podrá abrir la boca, pero no rechistar. Para ello, el Gobierno va a convertir en faltas administrativas, sancionadas con desorbitadas multas, lo que los tribunales no consideran delitos. El ministro del Interior, Jorge Fernández, intentó criminalizar la protesta, hasta la resistencia pasiva, tipificándola en el Código Penal, pero su colega de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, le paró en barras ante los visos de inconstitucionalidad de tamaña ocurrencia. Pero Fernández ha hallado un subterfugio para lograr su objetivo. Porque para burlar al Tribunal Constitucional, el Ejecutivo podrá alegar que no se prohíbe el ejercicio de derechos fundamentales como los de expresión, reunión y manifestación, aunque saldrá muy caro. Saldrá más caro insultar o grabar a un policía, manifestarse ante el Congreso sin autorización o un escrache a un político que defraudar a Hacienda. Urdangarin, los antidisturbios y los mossos d’esquadra pueden estar tranquilos, pero no Ada Colau ni el 15M ni demás indignados. Así se calla a la plebe, que tiene dos motivos para abrir la boca: protestar y comer. Pero si tiene que pagar por ambos, la elección es clara: ‘primum vivere deinde philosophari’. Bienvenidos a ‘1984’.
¿Recuerdan que hace unas semanas les invité a practicar la gimnasia anarquista, a infringir cada día alguna norma trivial sin sentido, como cruzar la calle en rojo, con el fin de estar preparados para cuando llegue el día de desobedecer una ley más importante que les parezca injusta e irracional? Ese día se acerca. Chis, pero no se lo digan a nadie.
(Publicado en el diario HOY el 24/11/2013)