El Gobierno aprobó el viernes 29 de noviembre dos medidas que dejan claras sus prioridades: el anteproyecto de Ley de Seguridad Ciudadana, aunque suavizado; y otro regalito fiscal para los bancos.
El nuevo texto de la ‘ley mordaza’ rebaja sanciones previstas para determinadas faltas en el borrador inicial, pero siguen siendo altas. E incorpora multas de entre 1.001 y 30.000 euros por «ofensas a España, las comunidades autónomas, entidades locales y sus símbolos, instituciones, himnos o emblemas, efectuadas por cualquier medio». ¿Y qué se entiende por ofensas? Ah, eso lo decidirá el Ejecutivo, al que la norma convierte en juez y parte y otorga excesiva discrecionalidad para interpretar si una falta es leve, grave o muy grave y sancionar sin pasar por los tribunales. Por tanto, esta ley puede vulnerar tres derechos fundamentales reconocidos por la Constitución: el derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales, sin que en ningún caso pueda producirse indefensión (artículo 24.1); la libertad de expresión (artículo 20), y el derecho de reunión pacífica y sin armas sin necesidad de autorización previa (artículo 21).
En cuanto a la nueva prebenda concedida a los bancos es de facto una inyección de capital, siendo Santander y BBVA los principales beneficiarios. La banca española tiene 50.000 millones en activos fiscales diferidos (DTA) que con la nueva normativa de solvencia (Basilea III) debería deducir del capital a partir de enero. Estos DTA generan créditos fiscales a las entidades porque son gastos, ocasionados por provisiones para cubrir pérdidas futuras o para pagar prejubilaciones, que no se han podido deducir del Impuesto de Sociedades, pero que podrán recuperar en un plazo de hasta 18 años apoquinando menos impuestos. El Gobierno avalará esos créditos fiscales y así permitirá a la banca que no se deduzca del capital 30.000 millones de los 50.000. Súmenlos a los tropecientos miles de millones que ya han recibido los bancos a cuenta de todos y que, me temo, nunca nos devolverán.
En definitiva, el Gobierno da otro palo al ciudadano y la enésima zanahoria a la banca; mete la mano derecha en el bolsillo de los protestones y abre de nuevo la mano izquierda a los bancos; ruega al Dios Mammón y da con el mazo al pobre Lázaro.
Es una muestra más de que nuestros gerifaltes solo respetan el dinero, como bien sabe el protagonista de la película ‘El capital’ (2012, de Costa-Gavras), un arribista que llega a presidente de un gran banco francés. Cuando su mujer le pregunta para qué quiere aún más dinero, replica: “Para que me respeten”. Porque con dinero se puede comprar el respeto. Caso de Carlos Fabra, cacique del PP en Castellón, condenado a cuatro años de prisión, que no cumplirá, por defraudar 700.000 euros a Hacienda, o sea, por robar a todos los españoles. Suerte similar correrá Iñaki Urdangarin, acuérdense. Por robar mucho menos, chorizos como el Jean Valjean de ‘Los Miserables’ se pudren en la cárcel hasta varios lustros. Pero ellos son los últimos de la fila y asumen que “tanto tienes, tanto vales, no se puede remediar; si eres de los que no tienes, a galeras a remar”.
El dinero es la principal arma del nuevo capitalismo. Para aplastar rebeliones, dar golpes de Estado y someter países enteros ya no hacen falta fusiles ni tanques, basta dinero. Quien presta manda, quien protesta paga.
(Publicado en el diario HOY el 1/12/2013)