Los españoles tenemos fama estadística de echar más horas en el trabajo que nadie, salvo que los chinos. Aun así somos poco productivos. Claro, porque no es lo mismo estar en el trabajo que trabajar. Y tenemos la insana costumbre de no marcharnos del trabajo antes que el jefe, aunque estemos perdiendo el tiempo mirando las musarañas, que ahora se dejan ver, sobre todo, en las redes sociales. No está bien visto irse a tu hora, aunque hayas cumplido con tu faena y en menor tiempo que tus compañeros, demostrando, por tanto, que eres más productivo. Una vez más, no importa ser sino parecer.
Y parece que ahora somos más competitivos. Sin embargo, la realidad es, como dice el economista Santiago Niño Becerra, que «la pobreza aumenta la competitividad de España, no la productividad buena: inversión». Los trabajadores españoles son más productivos porque son más pobres, amén de que cada vez menos y más cobardes. La aspiración de la mayoría silenciosa es quedarse como está, o sea, que no pase el tiempo.
Aunque en 1942 Franco nos puso en hora con sus amigos alemanes, seguimos más atrasados que ellos. Lo más cerca que estuvimos fue en enero de 2007, cuando el iluso de Zapatero, obnubilado por el espejismo de la burbuja inmobiliaria, aseguró: «Vamos a superar a Alemania y a Italia en renta per cápita de aquí a 2010». Llegó 2010 y Alemania obligó al incauto de José Luis a echar el freno, sacar las tijeras y prosternarse ante la nueva ‘führer’.
En definitiva, estar en hora con los alemanes no nos ha traído más que disgustos. Por eso, los expertos proponen que adoptemos la hora de Londres, que es la que nos corresponde solarmente, pero también los horarios laborales y de comidas de nuestros primos europeos, más racionales. En el resto de Europa casi todas las empresas están cerradas a las seis de la tarde y son más productivas. Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de Horarios Españoles, defiende que cambiar los horarios aumentaría el rendimiento de los trabajadores. Sin embargo, en España a las seis de la tarde está en casa apenas la mitad de la población; con lo que los españoles tenemos menos tiempo de ocio y que dedicar a nuestras familias, algo que está cambiando con la crisis, pues si algo le sobra a los parados es tiempo. No obstante, hay quien prefiere echar más horas en el tajo para escaquearse de las tareas domésticas y del cuidado de los hijos. Como dice Buqueras, «si mandaran más mujeres, habría mejores horarios».
Somos víctimas de los hombres grises de ‘Momo’. Ellos nos han comido la cabeza y la moral con que todo lo que no sea trabajar es perder el tiempo. En realidad, nos están robando el tiempo. Sus enemigos son los niños, que no entienden el tiempo ni los negocios. Mi hijo Pablo, de seis años, me lo ha hecho ver. El otro día, ruborizado, me reveló un secreto. Cada jornada su maestra les hace soplar una vela y pedir un deseo. Pero estaba frustrado porque no se cumplía su deseo: que su padre juegue con él cuando vuelve del cole. Entonces lo vi claro: los hombres grises me han hecho creer que tienen secuestrados a mis hijos y que tengo que pagar un rescate por ellos (la hipoteca). Agobiado, he acabado trabajando a todas horas para intentar pagar ese rescate, sin parar apenas a comer y descansar y, lo que es más importante, a jugar con mis hijos.
(Publicado en el diario HOY el 7/4/2014)