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El rincón del Zurdo

¡Qué cruz!

Semana Santa tras Semana Santa constato que la muy católica apostólica y romana España es politeísta. Sí, sí, los antiguos dioses y diosas paganos, por obra del rey de Roma, se han transfigurado en nazarenos montados en borriquitas, orando en el huerto, amarrados a la columna, cargando la cruz, crucificados… o vírgenes de los Dolores, la Aurora, la Soledad… Porque, aunque padre y madre no hay más que unos, dígale usted a un sevillano que su Macarena es igualita que la de Fátima o la de Lourdes. Y valga lo mismo para la legión de cristos que pueblan la piel de toro y desfilan a paso marcial en estos días de fúnebre carnaval; ser fiel del Cristo Negro o del Cristo de los Gitanos se ha convertido en algo similar a ser hincha del Barça o del Real Madrid. Bien mirado, jugárselo todo al mismo número divino no parece sensato y quizás hay más probabilidades de que alguien nos escuche y eche un cable en el cielo como en la tierra si diversificamos nuestra demanda. A dioses rogando y con el mazo dando. Amén de que depende de lo que uno pida, pues los santos varones y las santas hembras también se han especializado: si lo que buscas es novio encomiéndate a San Antonio; si te pilla una tormenta, a Santa Bárbara; si lo tuyo es imposible ponle una vela a San Judas Tadeo…

El caso es creer en algo en un momento en que la fe parece ser lo único que les queda a una multitud de españolitos sin nombre ni rostro que penan su desventura y cargan con la pesada cruz del desempleo o la precariedad laboral en una maratoniana y macabra procesión que no parece tener fin. España lleva de viacrucis seis años y parece que aún le quedan otros cuantos de calvario hasta que resucite de entre los muertos, en especial esas cinco regiones que tienen el triste honor de ser las campeonas del paro en Europa, entre las que están Andalucía y Extremadura. Esa es la infernal realidad que tapan los Palomos y otras cortinas de humo del barón rojo en la dehesa y con la que, al parecer, han mercadeado, en santa connivencia, gerifaltes ‘socialistos’, sindicalistas, empresarios y demás gente de mal vivir en la beata y beatífica Bética. ¡Ay, cuán lejos estamos del paraíso bávaro donde todos trabajan y son bien pagados! ¿Qué tenemos que hacer para que la Ángela de la Muerte nos abra las puertas de ese paraíso y nos acoja en su seno? Pues rogar menos y darle más al mazo.

Sin embargo, cada vez son más los que por no tener ya no tienen ni esperanza. Son esos hombres absurdos sobre los que filosofó Albert Camus que son conscientes de su insignificancia, de que la vida no tiene sentido, de que hay no nada más allá de la muerte y que, por tanto, los sacrificios y pesares en esta vida no tendrán recompensa en otra ultraterrena. Con esa visión, ¿merece la pena vivir? El suicidio parece la salida más lógica. No obstante, el hombre absurdo se empeña en vivir lo más posible, en cumplir su condena, como Sísifo, condenado por los dioses a empujar eternamente una enorme roca hasta la cima de una montaña, desde donde volvía a caer por su propio peso. Los dioses pensaron que no hay peor castigo que el trabajo inútil y sin esperanza. Pero el hombre absurdo halla el sentido de la vida no en la meta, sino en el camino; no en la victoria, sino en la lucha hasta la derrota final.

(Publicado en el diario HOY el 20/4/2014)

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