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La culpa es tuya

A ver si te enteras de una vez. La culpa de todo es tuya. La culpa de la crisis es tuya, irresponsable ciudadano, por vivir por encima de tus posibilidades. La culpa del paro es tuya, egoísta trabajador indefinido, por resistirte a las bajadas salariales y al abaratamiento del despido. La culpa de que no tengas empleo, parásito parado, es tuya por preferir cobrar la generosa prestación antes que aceptar un curro por horas por un sueldo de hambre. La culpa, mujer en edad fértil, de que no te contraten es tuya porque ningún patrón de bien se va arriesgar a que te quedes embarazada. La culpa, joven, de que no encuentras trabajo es tuya por dejar los estudios para subirte al andamio en los días de ladrillos y rosas; ahora no mereces que se te pague ni el salario mínimo; lo tomas o lo dejas y si no, emigra. La culpa, desahuciado, de que el banco te haya quitado la casa es tuya por hipotecarte hasta las cejas para tener un techo bajo el que cobijarte sin que nadie te advirtiera de los riesgos. La culpa del fraude fiscal es tuya, pícaro autónomo, por cobrar en negro y eludir el pago del IVA. La culpa de que te contagiaras de ébola, auxiliar de enfermería que voluntariamente asististe al padre Manuel, es tuya porque para quitarte o ponerte un traje protector no hace falta un máster; además, tan mal no debías estar para ir a la peluquería a depilarte. La culpa de los recortes en la sanidad es tuya, jubilado quejica o inmigrante sin papeles, por abusar del sistema, por llenar la casa de medicinas aprovechando que eran gratis e ir al médico a la mínima molestia.

Todo es por tu culpa, por tu culpa, por tu gran culpa. ¡Que te jodan! Y no me vengas con disculpas reales: «Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir». Eso no cuela en tu caso porque no eres aforado ni cagas oro como el recientemente fallecido Tywin Lannister montañés para comprarte un traje judicial a medida. Tus deudas no serán perdonadas. Es más, estás condenado a pagar también las de ellos. Debes ser sacrificado como un perro para que ellos sigan tirando de tarjeta ‘black’ y viviendo a cuerpo de rey. Eso es así, la mayoría tiene que vivir cada vez peor para que una minoría viva cada vez mejor. Haber nacido rico, haber fundado un banco o haberte afiliado a un partido político o sindicato como Mammón manda. Ah, que tú vas de decente por la vida y tienes principios, pues ¡ajo y agua! Así no llegarás lejos.

Sé como te sientes, como si estuvieras encerrado en la celda de los salivazos, un método de tortura descrito por Albert Camus en ‘La caída’. Es una caseta de cemento fabricada de manera que el condenado está de pie pero no puede moverse. La única puerta se abre a la altura del mentón. Por lo tanto solo se ve el rostro del preso, sobre el cual cada guardián que pasa escupe abundantemente. El prisionero, emparedado en la celda, no puede limpiarse la cara, aunque es cierto que le está permitido cerrar los ojos. La escapatoria parece imposible. Pero no te rindas. La celda tiene grietas. Si no cesas de patalear, lo que es harto difícil, quizás acabe rompiéndose. Y la próxima vez piénsatelo dos veces antes de votar a los verdaderos culpables o a sus cómplices, encubridores y cooperadores necesarios.

(Publicado en el diario HOY el 12/10/2014)

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