Casi 1,9 millones de personas sufren depresión en España. Ya es el tercer motivo de discapacidad y en 15 años será el primero, según los expertos, que la califican como el problema de salud pública más grave al que se enfrenta Europa.
Contra la «enfermedad de la soledad» el recurso fácil es la pastilla, la píldora azul de ‘Matrix’, la del olvido, la que nos hace vivir en una realidad virtual, ilusoria. Lo difícil es optar por la píldora roja, la que abre los ojos a la verdad, que puede ser dolorosa. Porque es doloroso despertarse y ver cómo tu burbuja de felicidad ha estallado por los aires; aceptar que ya no eres tan imprescindible como te hizo creer tu jefe, que tu riqueza es papel mojado, que eres esclavo de tu propiedad, que Disneyworld no es para tus hijos, que el ave del paraíso es inasible para alguien como tú que se arrastra por el fango con un lastre cada vez más oneroso que te resistes a cortar atenazado por la prudencia y la responsabilidad, disfraces de la cobardía y el miedo. Es doloroso ser consciente de que vives en un confortable gulag, de que eres libre en la medida de tus posibles y no eres lo que tienes, de que lo que quieres no puedes y lo que puedes no quieres…
Hay que remontarse hasta el Neolítico para hallar el origen de nuestra dichosa desdicha: la revolución agrícola, «el mayor fraude de la historia», según la define el historiador israelí Yuval Noah Harari en ‘De animales a dioses’. No domesticamos el trigo; él nos domesticó y nos multiplicamos exponencialmente. «Esta es la esencia de la revolución agrícola: la capacidad de mantener más gente viva en peores condiciones». La agricultura nos hizo pensar que trabajando duro llegaríamos a tener una vida mejor. Error. Caímos en la trampa del lujo, y seguimos cayendo. De jóvenes accedemos a empleos exigentes para ganar dinero que nos permita dedicarnos a lo que nos gusta cumplidos los 35-40. Cuando llegamos a esa edad, tenemos hipotecas elevadas, hijos que van a la escuela, dos coches y la sensación de que la vida no vale la pena sin un buen vino y unas vacaciones caras. Entonces seguimos trabajando como esclavos. Por eso, según los psiquiatras, la depresión suele aparecer con entre 30 y 40 años, «el momento de más productividad y rendimiento laboral». Como dice Harari, «una de las pocas leyes rigurosas de la historia es que los lujos tienden a convertirse en necesidades y a generar nuevas obligaciones».
Ese mundo se está desmoronando con la crisis, que ha privado de lujos a mucha gente que ya no podía vivir sin ellos. Eso deprime también. El economista Santiago Niño-Becerra lo advierte en una entrevista con ‘El Confidencial’: «La economía va a funcionar bien, pero a mucha gente le va a ir bastante mal», va a tener que preocuparse por sí misma y buscarse la vida, lo que le hará sufrir «un choque a nivel mental».
O sea, cada vez más adanes y evas están siendo expulsados del edén-prisión capitalista por Mammón con una mano delante y otra detrás y el ronzal de su libertad atado al cuello. De esta guisa se ven empujados a una vida nómada de cazadores-recolectores para la que no han sido educados. Son libertos adiestrados en la obediencia y la dependencia desde la cuna; la libertad les da miedo, porque su precio es la soledad y la incertidumbre. Les habían enseñado que la felicidad es tener una vida predecible, en la que el mañana ya existe, rodeado del rebaño. Ahora su amo es su estómago, y eso les obliga a no pensar más allá del hoy. Son carne de depresión o de mensajeros del terror que prometen a los lobos esteparios calor y volver al redil a cambio de su alma y su razón.
(Publicado en el diario HOY el 22/2/2015)