Mientras en España no hay futuro para jóvenes nacionales con talento, el futuro pasa por nuestro país para extranjeros sin papeles. España es una potencia europea en exportación de cerebros y en importación de hambrientos. Es una prisión para cabezas en plenitud y una tierra de promisión para manos y bocas vacías.

El 72,6% de los jóvenes científicos que investigan en España ven su futuro profesional fuera de aquí y solo el 14,4% de los emigrados tiene esperanza de regresar, según el último informe Innovacef, un estudio anual de la Universidad a Distancia de Madrid. Nuestra nación de naciones nunca ha cuidado su materia gris, pero con la crisis la ha maltratado. España está a la cola en inversión pública en ciencia: solo dedica el 1,24% del PIB frente al 2,94% de Alemania. Luego nos preguntaremos por qué los alemanes son la locomotora europea y los españoles nos tenemos que conformar con ser su estación de vacaciones.

Pero, como en la fábula de ‘El conde Lucanor’, siempre hay alguien que se contenta con las cáscaras de los altramuces que pela y se come otro que se tenía por el más desgraciado. Es el caso de la familia Ouattara. Hace diez días, Fátima, una joven marroquí de 19 años, intentó cruzar el paso fronterizo ceutí del Tarajal con un niño marfileño de ocho años oculto en una maleta sin respiraderos. Fue detectado por el escáner del control para sorpresa mayúscula de la guardia civil. El crío, llamado Adou, afortunadamente no presentaba síntomas de asfixia y está internado en el centro de menores ‘Mediterráneo’ de Ceuta, donde está siendo tratado de paludismo.

Fue su enfermedad lo que decidió a sus desesperados padres a intentar introducirlo clandestinamente en España aun a riesgo de que muriera en el intento. Ellos, Lucie y Alí Ouattara, residen con una hija en Fuerteventura y llevaban tres años tratando de traer legalmente al niño con ellos desde Costa de Marfil, donde vivía con el hermano mayor y al cuidado de su abuela, recientemente fallecida. Pero su solicitud de reagrupamiento familiar había sido denegada por menos de 50 euros, según el propio padre declaró a la juez. Alí, de 42 años, está en prisión provisional en Ceuta, donde esperaba reencontrarse con su hijo. Esta acusado de un delito contra los derechos de los extranjeros, con el agravante de haber puesto en riesgo la vida de un menor. Alí cobra, según su relato, un sueldo digno para los tiempos que corren: casi 1.300 euros al mes por trabajar en una lavandería. Sin embargo, le faltan 41 euros para llegar a la cantidad exigida por la ley para lograr el permiso para su hijo. Según la versión de la guardia civil, Alí pagó a Fátima para que colase al niño en España. Según el abogado de la familia Ouattara, Alí «ha sido víctima de las repugnantes mafias» de la inmigración irregular, esas traficantes de vidas y sueños sin escrúpulos. El letrado asistirá mañana lunes a la vista convocada en el Juzgado de Instrucción número 5 de Ceuta para juzgar este caso, que es uno entre mil.

Alí se enfrenta a una pena de entre cuatro y ocho años de cárcel. Y Adou puede no volver a ver a sus padres y acabar deportado a un lugar donde no tiene futuro. Alí y Adou han tenido la mala fortuna de haber nacidos humanos y, para más inri, africanos en vez de billetes. Para el dinero, aun negro y ganado sin talento, no hay fronteras.

Post scriptum: el lunes 18 de mayo, el día después de publicarse este artículo, Alí Outtara volvió a declarar ante el juez y Adou fue visitado por su madre en el centro de menores ‘Mediterráneo’ de Ceuta. El abogado de la familia aseguraba que en un plazo de 15 a 20 días el Área de Menores de la Ciudad Autónoma habrá tramitado la documentación del niño, que podrá quedarse en España.

(Publicado en el diario HOY el 17/5/2015)