El 24M, el PP ganó, pero su victoria fue pírrica, sobre todo en la batalla de Madrid. La gran esperanza blanca de la derecha patria se dio de bruces con una realidad tan dura como su cara que se niega a aceptar. Ya no es la reina castiza de la fiesta y ya nadie quiere bailar el chotis con la más fea. El protagonismo se lo ha robado una ‘perroflauta’ septuagenaria y roja de mierda que, antes de colgar la toga, osó aplicar el mismo rasero a ‘epulones’ y ‘lázaros’ y amenaza con convertir la Villa y Corte en una república soviética. Y eso nuestra condesa descalza no lo puede tolerar… o sí, porque se ha pasado la semana deshojando la margarita de ‘Podéis’, como llama al clan del coleta que respalda a ¡ay, Carmena!: «No se puede gobernar con ellos, sí se puede, no se puede…». «Estos bandazos tienen que ver con personas que son capaces de traicionar a los demás o traicionarse a sí mismas por mantener su estatus y sus ideas», según el diagnóstico que hizo el psicólogo Carlos Fernández en ‘El intermedio’, el programa que presenta el Gran Wyoming.
Según el ojo clínico de Fernández, la aguerrida lideresa popular «se encuentra en un estado de enajenación mental fuerte» porque no asume que se ha dado una hostia tan mayúscula como la que sí reconoció su acalorada colega Rita la ‘gastaora’, a quien su prodigalidad con el dinero de todos ha acabado pasando factura. La causa de que esa grande de España tenga delirios de grandeza es que padece lo que el doctor Fernández califica como «síndrome de omnipotencia de las ideas»: los que lo sufren «están en posesión de la verdad y no entienden como sus familiares y amigos no ven lo que ellos ven claramente». Otro que daba alarmantes síntomas de adolecer de tal mal es nuestro barón rojo. Cuatro años más en el machito y hubiéramos tenido otro caso Aguirre.
No obstante, creo que doña Esperanza también presenta síntomas del síndrome de Calígula, del que es un caso paradigmático el sobrino del rey, Felipe Juan Froilán de Todos los Santos. Este trastorno mental es propio de ricos de cuna a los que nunca han negado el pan ni la sal y siempre han reído las gracias y desgracias. Son caprichosos patológicos acostumbrados a salirse con la suya.
Sin embargo, está por ver si la enajenación de la señora Aguirre es transitoria. Yo si fuera su enemigo íntimo, el don Tancredo gallego, no me fiaría. La esperanza es lo último que se pierde y no me extrañaría que recuperara su insano juicio para disputarle al señor presidente el cetro del clan de la gaviota si a finales de año sale desplumado de las elecciones generales, partido de vuelta de la eliminatoria al que llega con escasa ventaja y lo que es peor, con varios goles encajados. Experto en el catenaccio, su numantina defensa parecía un muro infranqueable, pero morados y naranjitos han logrado romperlo por donde más olía. Los que estaban más allá del muro ya están más acá. ¿Y ahora qué harán? Parece que unos y otros se comportarán como el perro del hortelano hasta el ‘round’ final. Lo propio hará el otro que sufrió una dulce derrota, el clan de la rosa. Los tres jugarán al juego de las sillas allí donde no han subido al trono pero se han hecho con las llaves del reino. Darán vueltas en torno a ellas hasta que dentro de escasos seis meses cese la música. Entonces veremos quien logra sentarse y quien se queda fuera.
(Publicado en el diario HOY el 31/5/2015)