Esta semana se puede resumir con tres imágenes de vergüenza y los tres relatos más breves en español.

En la primera imagen se ve a los 23 nuevos senadores por designación autonómica tras tomar posesión de sus escaños. Entre ellos están prebostes de rancio abolengo popular caídos en desgracia durante las elecciones del 24M, como la exalcaldesa de Valencia Rita Barberá y exbarones como el valenciano Alberto Fabra, el riojano Pedro Sanz, el balear José Ramón Bauzá o la aragonesa Luisa Fernanda Rudí. Además, siguen en sus poltronas de la Cámara Alta dos exbarones socialistas: el valenciano Joan Lerma y el aragonés Marcelino Iglesias. Estos nombramientos confirman que el Senado vale poco más que para colocar a políticos en retirada de una u otra bandería, función que también cumple el Consejo de Estado y los consejos consultivos autonómicos y que antes cumplían los de administración de las cajas de ahorros. Son sinecuras, regalías o jubilaciones de oro que los partidos conceden a viejos camaradas por los servicios prestados; son panteones de dinosaurios donde los profesionales de la política pasan la eternidad. Por eso, esta imagen me evoca ‘El dinosaurio’, el célebre cuento de Augusto Monterroso: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí».

La siguiente imagen es la del ‘president’, Artur Mas, en el ‘Parlament’ defendiéndose como gato panza arriba de las acusaciones de que su partido cobró mordidas por la adjudicación de obras públicas. Este barón con ínfulas de rey se envolvió en la estelada, para, como antes hiciera su exhonorable padrino, escurrir el bulto de la corrupción y convertir su ‘juicio político’ en un alegato en contra del Gobierno central, presentándose como víctima de su «guerra sucia». Y Mariano y compañía le hacen el juego y alimentan su victimismo con su intención de, por la vía de urgencia, saltándose así los dictámenes del Consejo de Estado y del CGPJ, reformar el Tribunal Constitucional para que pueda ‘ipso facto’ multar o suspender a autoridades públicas que incumplan sus sentencias, convirtiendo al máximo exégeta de la Carta Magna en una suerte de tribunal administrativo. Su intención no oculta es inhabilitar a Mas tras las elecciones del 27S si proclama la independencia. Una vez más, el PP instrumentaliza las instituciones con fines electoralistas y partidistas, poniéndose a la bajura del virrey catalán. Y lo hace con la misma ‘estivalidad’ y alevosía con que Zapatero, con la complicidad de Rajoy, enmendó la Constitución en su último verano de desgobierno para evitar que nos quebraran las piernas. Mas y Rajoy se han enzarzado así en un diálogo de matones egotistas que se creen la encarnación de sus respectivos Estados: uno inexistente y el otro en descomposición. Por eso, los describe a la perfección ‘Luis XIV’, microrrelato de Juan Pedro Aparicio que nada más y nada menos que dice: «Yo».

En la tercera foto se ve a un niño sirio de tres años ahogado en la costa turca. No es el primero ni será el último, pero su imagen ha valido más que mil palabras para señalar las vergüenzas a nuestros reyezuelos desnudos, remover conciencias y llamar la atención sobre la dura y triste realidad de quienes huyen de la guerra y la miseria, clamando refugio a esta Europa vieja y encastillada en su torre de marfil. Su odisea queda sintetizada en este microrrelato de Luis Felipe Lomelí, ‘El emigrante’:

–¿Olvida usted algo?

–Ojalá.

(Publicado en el diario HOY el 6/9/2015)