Resulta que las carnes procesadas son cancerígenas y la carne roja es probable que lo sea, según advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS). Al parecer, sus consumidores habituales tienen más riesgo de padecer un cáncer de colon o recto.
La noticia no es nueva, pero los medios de comunicación la han aireado a los cuatro vientos esta semana a raíz de una nota de prensa confusa y alarmista publicada por la OMS. No creo casual su difusión a menos de dos meses de la merienda de negros a la que estamos convocados el 20D. Veo la mano negra del sistema detrás. Sí, porque se ha cargado las tintas en alertar sobre el consumo de carne roja y procesada y no de otros alimentos igual o más perjudiciales para nuestra salud democrática.
Que sí, que la carne roja hay que comerla con moderación, sobre todo la de cerdo, como bien nos advirtió el doctor Orwell en ‘Rebelión en la granja’, pero no solo porque probablemente provoque cáncer, sino también por sus efectos nocivos para nuestro aparato circulatorio. Si nos ponemos morados, tenemos más puntos de sufrir arteriosclerosis o un infarto; en definitiva, de colapsar.
Peor aún es abusar de chorizos (sean rojos o blancos), butifarras, morcilla negra o salchichas alemanas. Que son carcinógenos está más que probado. Su ingesta descontrolada acelera la metástasis. Con que solo el 3% de nuestra dieta sea a base de estos productos, estamos perdidos: el cáncer no tardará en corromper todo nuestro organismo si no lo detectamos a tiempo.
Pero cuidado también con abusar del pescado azul, más graso y, por tanto, menos digestivo que el blanco. Y más si llevamos cuatro años de vigilia cuaresmal tragando boquerones en vinagre, besugos y escurridizas anguilas.
Luego hay falsos mitos muy extendidos sobre las propiedades de ciertos alimentos. La naranja, por ejemplo. Si bien es cierto que esta fruta contiene vitamina C y que esta es buena para el buen funcionamiento de nuestro sistema inmunitario, es un error pensar que tanto la naranja como el zumo de naranja ayudan a prevenir y curar la gripe y los resfriados. De hecho, en muchos casos un exceso de consumo de esta vitamina, lejos de ser beneficiosa, produce efectos negativos sobre nuestro organismo, como diarrea o daños gastrointestinales.
Por el contrario, hay otros alimentos cuyos grandes beneficios para la salud son menos conocidos. Es el caso del tomate, muy recomendable para el corazón, las arterias y la piel, así como para reforzar nuestras defensas. Entre otras cosas, el jugo de tomate posee licopeno, sustancia anticancerígena. Además, es bajo en calorías y grasas, lo que ayuda a adelgazar. También es rico en vitaminas K, A y C, que pueden combatir los radicales libres e impedir el proceso de oxidación de las células, amén de en fibra, lo que ayuda a reducir el colesterol malo.
Al final, la clave para vivir mucho y bien es una dieta equilibrada, baja en azúcar y sal, dos venenos para nuestro cuerpo. Ya sé que se avecinan días difíciles para gulosos y golosos, pero no se deje tentar por lo sabrosón y lo que endulza el pico, pues lo puede acabar pagando. Mas, sobre todo, que no le coman el coco ni le den gatopardo por liebre ni le embriaguen con garrafón (por cierto, el tomate también es muy bueno para contrarrestar la resaca).
(Publicado en el diario HOY el 1/11/2015)