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El peor enemigo de la democracia

Decíamos la semana pasada que Hacienda no somos todos, claro. Esta semana la oenegé Oxfam Intermón ha presentado nuevas pruebas de ello. La fuga de capitales desde España hacia paraísos fiscales pasó de 98 millones de euros en 2013 a 2.073 en 2014, es decir, se multiplicó por más de veinte. Las compañías del Ibex aumentaron un 44% sus filiales en esas islas del tesoro y 17 de las 35 no pagan nada por el impuesto de sociedades, pese a que solo tres presentaron pérdidas. Ese año los ingresos del fisco por ese tributo aún eran un 58% inferiores a los de 2007, aunque las empresas ganaron apenas un 1% menos que antes de la crisis.

«Hay que acabar con los paraísos fiscales para reducir la desigualdad», clama Oxfam. Una desigualdad que ha ido a más durante la gran recesión. El año pasado 62 afortunados prebostes poseían la misma riqueza que la mitad de la población más pobre del planeta (3.500 millones de personas); en 2010 eran 388. Basta y sobra la estación invernal suiza de Davos para acogerlos a todos.

España no ha sido una excepción, todo lo contrario. El 1% de los más acaudalados concentra el mismo dineral que 35 millones de españoles (el 75%). Desde 2008, el número de ricachones ha crecido un 40%, hasta alcanzar los 178.000 (50.900 más que siete años atrás).

No hay refugio para el extraño que llama a las puertas del paraíso con los bolsillos vacíos y poco más que sueños. En cambio, el dinero, se vista de seda, chaqueta, sotana, guerrera o chilaba, siempre encuentra un paradisíaco refugio donde solazarse y multiplicarse.

El peor enemigo de la democracia es la desigualdad. Quien es esclavo de su estómago no es libre. Por ende, se tira en brazos del primer charlatán o mesías que promete sacarlo de pobre con su ungüento de serpiente. Estos ‘salvanadas’ canalizan el malestar de la plebe hacia una diana: los ricos, los políticos, los extranjeros, los españoles, en definitiva, los otros. Venden que muerto el perro se acabó la rabia, al carecer de la vacuna que la erradique. Por tanto, la desigualdad, aderezada con la ignorancia, alimenta el populismo y sus hijos bastardos, la xenofobia y el nacionalismo, y estos socavan los cimientos de la democracia hasta derrumbarla.

Sin embargo, frecuentemente, la democracia «ha sido designada responsable de la agravación de la crisis general, y esa acusación proviene precisamente de los propios medios económicos que se beneficiaban de sus estímulos, tales como los agrarios, los patronos y, en fin, también de ciertos elementos de las propias masas obreras», como escribió Karl Polanyi en 1932, en pleno auge de los fascismos y comunismos, en un artículo titulado ‘Economía y democracia’.

Este economista y filósofo sostenía algo que sigue vigente: «La derecha y la izquierda se enfrentan en la actualidad en nombre respectivamente de la economía y de la democracia». «La izquierda se polariza en torno a la democracia, mientras que la derecha lo hace en torno a la economía (…). Desde el bando de la democracia política surgen las fuerzas que afectan a la economía, la perturban y la obstaculizan. La economía, por su parte, responde mediante un asalto general contra la democracia, lo que supone optar por un economicismo irresponsable, poco realista». Polanyi advertía que una sociedad en la que los sistemas político y económico se combaten entre sí está indudablemente abocada al declive.

(Publicado en el diario HOY el 24/1/2016)

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