Cuando aún humean en la memoria los atentados de París del pasado noviembre, Bruselas ha sido blanco de otro ataque yihadista que viene a alimentar el creciente miedo de nuestra opulenta sociedad occidental. Una sociedad que agoniza víctima de sus contradicciones, porque su bienestar y sus libertades están construidas sobre la espalda y las rodillas de eso que llamamos tercer mundo.
De ahí que tenga razón el alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, al advertir que «de alguna forma nos vuelve esa violencia que hemos contribuido a sembrar en el mundo». Violencia sembrada con guerras como la de Irak, como recordó su colega de Valencia, Joan Ribó. Guerra basada en una mentira y abanderada por el trío de las Azores, del que formaba parte el «amigo Ánsar». Y eso no es justificar el terrorismo yihadista, como han graznado torticeras gaviotas populistas y sus voceros, sino explicarla. «Comprender el mal no significa justificarlo, sino darse los medios para impedir su regreso», como dice Tzvetan Todorov, Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2008. Y al parecer de este filósofo búlgaro de nacimiento y francés de adopción, «el crimen cometido responde más al resentimiento y la venganza que a su religión; una reflexión que llevamos viendo desde la Antigüedad, también conocida como la Ley del Talión». Todorov aludía al ataque contra la revista satírica ‘Charlie Hebdo’ en París en enero de 2015, pero sus palabras son extensibles a cualquiera perpetrado en nombre de Alá.
Pero «ojo por ojo y el mundo acabará ciego», advirtió Gandhi. Así, el mesianismo que dio lugar a la invasión de Irak, Afganistán y otros intentos de imponer por la fuerza la democracia se ha convertido en uno de los peores enemigos de nuestra democracia. Alerta de ello el propio Todorov en su ensayo ‘Los enemigos íntimos de la democracia’. Sí, porque la cruzada contra el terrorismo ha sido la gran coartada para recortarnos derechos y libertades y criminalizar al extranjero.
Uno de los mitos más extendidos es considerar a los migrantes y refugiados terroristas en potencia; sin embargo, los autores de los ataques islamistas cometidos en Europa eran, en su mayoría, ciudadanos europeos. Otro mito es asociar islam con terrorismo, cuando el grueso de las víctimas son fieles de Mahoma. El 87% de los atentados yihadistas perpetrados entre 2000 y 2014 ocurrieron en países musulmanes y la mitad en aquellos que han sufrido graves conflictos bélicos como Irak, Afganistán y Pakistán, según los datos de la Global Terrorism Database analizados por eldiario.es. Más de 72.000 personas murieron en ellos, 63.000 en lugares donde el Islam es la religión mayoritaria. Europa no es la más afectada ni siquiera entre los países cristianos. En Filipinas y Kenia, donde el 80% de la población es cristiana, ha habido casi un millar de ataques desde el inicio del nuevo siglo, falleciendo más de 1.800 personas. Solo se cometieron 22 en Europa Occidental, produciéndose 248 muertes, entre 2000 y 2014, un 0,1% de los 15.818 de todo el mundo. A ellos hay que sumar los del martes en Bruselas y los de enero y noviembre de 2015 en París, que suman casi 180 muertos.
La luz de la Ilustración agoniza en el jardín de las Hespérides. No es sacrificando nuestras libertades al dragón Ladón como se combate a la hidra yihadista. Lo advierte Todorov: «El miedo a los bárbaros es lo que amenaza con convertirnos en bárbaros».
(Publicado en el diario HOY el 27/3/2016)