Si Mariano Rajoy fuera Pinocho, su nariz ya habría dado la vuelta al mundo. No es un mentiroso patológico sino antológico. Sus mentiras no son piadosas sino sin piedad. Miente con tanta convicción, se hace tan bien el gallego y el sueco, que seguramente hasta él acaba por creerse sus embustes.
Su rosario de promesas electorales incumplidas clama a Dios. Antes de llegar a La Moncloa prometió que no subiría los impuestos porque «significa más paro y más recesión», que no bajaría el sueldo a los funcionarios, que no tocaría las pensiones ni la sanidad ni la educación, que no abarataría el despido, que la lucha contra la corrupción sería uno de los objetivos principales del PP, «ya que el funcionamiento del sistema democrático no debe quedar nunca en entredicho por actitudes permisivas, indolentes o exculpatorias ante la gravedad de determinados comportamientos»…
Sí, sí, esto lo dijo hace ya cinco años en su programa electoral el capo del partido embadurnado de mierda hasta las cejas por casos como Gürtel, Púnica o Taula, el mismo partido que pagó indemnizaciones «en diferido» a Luis Bárcenas y está procesado como persona jurídica por destruir los discos duros de los ordenadores que el extesorero tenía en Génova, 13, el cuartel general popular, para, presuntamente, impedir que la Justicia accediera a los datos sobre la contabilidad B del PP que guardaba en ellos.
Sí, sí, estamos hablando de ese que colocó a la exalcaldesa de Valencia Rita Barberá en el Senado para blindarla con el aforamiento ante una más que probable imputación por blanqueo de capitales en el grupo municipal del PP valenciano en el marco del caso Taula. Es más, en febrero el presidente en funciones consintió que se metiera con calzador a la acalorada exregidora en la Diputación Permanente de la Cámara Alta para que no perdiera el fuero si, como así fue, se disolvían las Cortes y se repetían las elecciones. En consecuencia, sólo el Supremo, y no un juez ordinario, puede decidir si la llama a declarar como investigada (imputada), como ha pedido la Fiscalía del alto tribunal.
Sí, sí, es el mismo presidente en funciones que ha intentado colarnos de matute a José Manuel Soria en el Banco Mundial y vendernos, tras ser cogido en un renuncio, que el exministro de Industria participó, «como todos los funcionarios», en un concurso público para optar a tamaña canonjía. Sí, sí, hablamos del Soria que tuvo que dejar el Gobierno al aparecer en los papeles de Panamá como administrador de un sociedad inscrita en un paraíso fiscal.
Claro, que Rajoy debe pensar, con razón, que tiene bula de la ciudadanía para mentir todo lo que quiera, pues sigue ganando las elecciones. Para más inri, recibió más votos el 26J que el 20D y, muy probablemente, obtenga aún más en una tercera cita con las urnas. Lo cierto es que don Mariano, siguiendo a Maquiavelo, tiene gran cuidado de parecer cuando habla todo clemencia y buena fe, todo integridad y devoción, porque, como dice el florentino en el capítulo XVIII de ‘El Príncipe’, «quien mejor ha sabido ser zorro ha triunfado», pero «hay que saber disfrazarse bien, así como poseer habilidad para fingir y disimular: los hombres, en efecto, son tan simples y se someten hasta tal punto a las necesidades del momento que quien engaña hallará siempre alguien que se deje engañar».
(Publicado en el diario HOY el 11/9/2016)