Durante esta semana Madrid ha sido la capital mundial del orgullo. Orgullo no solo gay sino de ser lo que cada cual es o quiera ser, sin importarles lo que uno diga o haga a los biempensantes de la acera de enfrente; esos miopes que no ven más allá del ombligo de sus prejuicios; esos daltónicos que perciben el mundo en blanco y negro; esos fariseos de moral castradora que niegan la dignidad y la identidad a quien se sale del armario de la norma, su norma; esos jueces de lo humano que condenan al que se siente divino; esos pastores de almas en pena que excluyen a la oveja negra que levanta la voz en medio del silencio de los borregos.
Sin embargo, el colectivo LGTBIQ (gais, lesbianas, trans, bisesexuales, intersexuales y queer) tiene motivos para expresar su orgullo pero también su insatisfacción, porque la homofobia repunta, pese al reconocimiento de derechos como el matrimonio homosexual, algo en lo que España ha sido pionera, adelantándose a países como Alemania, que no lo ha legalizado hasta doce años después.
De hecho, esta cada vez mayor visibilidad es una de las causas del aumento de las agresiones. «A más visibilidad, más reacción», advierte Jesús Generelo, presidente de FELGTB, la federación estatal que reúne a organizaciones LGTB locales y autonómicas. La segunda causa, coinciden López y Generelo, es el «fracaso» de la escuela en educar en la diversidad sexual. Se basan en el perfil «muy preocupante» del agresor: un joven español, de 20 a 30 años, heterosexual. Apuntan como tercera razón los insuficientes instrumentos y medidas legales para defender los derechos del colectivo.
Otro motivo de insatisfacción para un creciente coro de activistas LGTBIQ es «la deriva neoliberal» o «la mercantilización» del movimiento, reflejada, por ejemplo, en la gentrificación del emblemático barrio de Chueca o en la inclusión de carrozas comerciales en el desfile del Orgullo de Madrid. Estos críticos con lo que llaman «el capitalismo rosa» se quejan de que se ha despojado esta fecha de todo su contenido reivindicativo y preguntan de forma retórica: «¿Te imaginas que en el 8 de marzo, Día de la Mujer, hubiera carrozas patrocinadas?, ¿o en el Primero de Mayo?». Y ya se sabe que todo lo que toca el rey Midas se convierte en oro pero el precio es la muerte.
(Publicado en el diario HOY el 2 de julio de 2017)