Hoy de nuevo saco a colación ‘Masa y poder’ porque en ella Elias Canetti cita como ejemplo de metamorfosis de fuga un mito que me sirve para ilustrar lo que pasa en Cataluña. Se trata de la historia de Peleo y Tetis, los padres de Aquiles.
Peleo es un mortal que se enamora de la diosa Tetis. Mas ella rehúsa mantener relaciones con él pues no le parece digno. Entonces Peleo sorprende a la diosa mientras duerme en una cueva y la apresa. La ninfa del mar intenta liberarse metamorfoseándose en todo tipo de cosas: en fuego y en agua, en león y en serpiente, pero Peleo no la suelta. La nereida se transforma al fin en un calamar enorme y viscoso que salpica con su tinta al obstinado pretendiente. Todo es inútil. Tetis acaba por rendirse y se ve forzada a entregarse a Peleo.
Esta historia recuerda, según Canetti, los ataques que sufre la gente aquejada de histeria. Las grandes crisis de histeria no son sino una serie de violentas metamorfosis de fuga. La persona afectada se ve aferrada por una fuerza superior que no ceja y de la que quiere escapar; se siente oprimida y experimenta diversas transformaciones con las que trata de aliviar esa opresión. Pero, como explica el pensador búlgaro, lo característico de la histeria es la forma circular de la metamorfosis de fuga. Por mucho que el sentirnos aferrados pueda impulsarnos a huir, no por eso será menos inútil el intento, si lo que nos agarra tiene fuerza suficiente para no soltarnos.
Los secesionistas catalanes son presa de la histeria. Se sienten oprimidos por el Estado español y, tras varios intentos vanos de aflojar esa supuesta opresión a través de diversas metamorfosis (autonomía, reforma del Estatut aguada por el Tribunal Constitucional, pacto fiscal a la vasca rechazado por el Gobierno de Rajoy), se han lanzado a la desesperada a intentar la última y gran transformación: convertirse en un Estado independiente.
Sin embargo, esa supuesta opresión del Estado español es un delirio, una creencia falsa que viven con una profunda convicción a pesar de que la evidencia demuestra lo contrario. Por efecto de ese delirio, los independentistas han caído en la paranoia. Uno de los síntomas del paranoico es la manía persecutoria; se siente cercado. Si se osa contradecir su creencia reacciona a menudo de manera irritada y hostil. Como explica Canetti, las conspiraciones o conjuras están para él a la orden del día, y es seguro que en cualquier cosa descubrirá siempre algo que se las recuerda, aunque solo sea remotamente (las informaciones que ponen en duda la actuación de los Mossos d’Esquadra antes y después de los atentados de Barcelona y Cambrils, por ejemplo). Para el paranoico, su enemigo principal siempre procurará azuzar contra él una jauría cargada de odio desde todos lados en el momento preciso.
Ese momento es el referéndum del 1-O para Puigdemont y compañeros mártires. Pero hasta ellos saben que su paranoica e histérica huida hacia adelante no lleva hacia ninguna parte y acabará ese día en vía muerta, como el Plan Ibarretxe. Entonces, probablemente, tamaño desengaño suma a los soberanistas catalanes en la melancolía, porque esta, según Canetti, se inicia cuando la serie de metamorfosis de fuga termina y consideramos que todas han sido en balde y ya no podemos escapar. Y esa melancolía puede degenerar en depresión si no se le pone remedio, pero entre todos los españoles.
(Publicado en el diario HOY el 3 de septiembre de 2017)