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GRAF756 MADRID, 22/12/2017.- El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha asegurado hoy que hará un "esfuerzo" para mantener el diálogo con el nuevo Gobierno catalán que surja tras las elecciones, pero al mismo tiempo ha advertido de que exigirá que la ley se cumpla y no aceptará que nadie "se salte" la Constitución ni el Estatut.En rueda de prensa en el Palacio de la Moncloa, Rajoy ha confiado en que el nuevo Govern que pueda formarse con la mayoría parlamentaria surgida tras los comicios catalanes "abandone las decisiones unilaterales y no se sitúe por encima de la ley".EFE/Javier Lizón/

GRAF756 MADRID, 22/12/2017.- El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha asegurado hoy que hará un "esfuerzo" para mantener el diálogo con el nuevo Gobierno catalán que surja tras las elecciones, pero al mismo tiempo ha advertido de que exigirá que la ley se cumpla y no aceptará que nadie "se salte" la Constitución ni el Estatut.En rueda de prensa en el Palacio de la Moncloa, Rajoy ha confiado en que el nuevo Govern que pueda formarse con la mayoría parlamentaria surgida tras los comicios catalanes "abandone las decisiones unilaterales y no se sitúe por encima de la ley".EFE/Javier Lizón

 

Mariano Rajoy ha sido el gran derrotado en las elecciones catalanas del pasado jueves. Las urnas han penalizado con severidad su errática estrategia en Cataluña, donde causa rechazo hasta en el electorado conservador no independentista. Rajoy y el PP, y menos con un candidato tan contumaz y carpetovetónico como Xavier García Albiol, no han sido capaces de sacudirse el sambenito de herederos del Caudillo. Y eso que el presidente del Gobierno se ha mostrado más comedido en aplicar el artículo 155 de marras de lo que urgía un espídico Albert Rivera, el gran triunfador de la noche del 21-D. Si Rajoy es el hijo político no reconocido por José María Aznar, Rivera es el hijo político deseado por el expresidente. Sin embargo, el líder de Ciudadanos se cree el Macron español y lo cierto es que, a imagen y semejanza del jefe del Estado francés, ha sabido pescar votos a diestra y siniestra en el río revuelto catalán con un discurso más ilusionista que ilusionante.

No obstante, si los populares han obtenido el peor resultado electoral de su historia en Cataluña ha sido más por deméritos propios que por méritos del partido naranja. Y si tras el 21-D, Cataluña está donde está, en la casilla de salida del laberinto, y, como dijo un exultante Carles Puigdemont, «España tiene un pollo de cojones», es también por culpa del inmovilismo de Rajoy. El actual inquilino de la Moncloa es corresponsable del viaje a ninguna parte catalán. De acuerdo, en menor grado que los Mas, Puigdemont, Junqueras, Gabriel y demás compañeros mártires, pero su parte alícuota tiene. Si estos son autores del delito en grado de tentativa, Rajoy ha sido un cooperador necesario.

Tras el simulacro de consulta soberanista del 9-N de 2014, el don Tancredo gallego confiaba en que el suflé catalán acabaría desinflándose, pero se hinchó hasta explotarle en las narices el pasado octubre. Antes del 1-O aseguró que no se celebraría ningún referéndum ilegal, pero se celebró. Encima cometió el craso error de sacar la policía a la calle y dio pie a que la opinión pública internacional sacara a bailar el fantasma de Franco. Tras el 1-O, creía que Puigdemont iba de farol y acabaría por no proclamar la república catalana, pero la proclamó. El único acierto de Rajoy ha sido, con el 155 en la mano, convocar las elecciones lo antes posible, pese a que el resultado aparentemente haya cambiado poco la situación. Y digo aparentemente porque ambas partes están condenadas a entenderse. No cabe otra para resolver el peliagudo problema catalán. El 21-D, en realidad, ningún bloque venció ni convenció. Por tanto, solo tienen dos vías: o sellar una paz duradera o mantener una guerra fría perpetua, con el riesgo de que devenga caliente.

Eso sí, insisto, no podemos confiar en que sofoquen el incendio los pirómanos que lo han provocado y aventado. Por eso, Rajoy debe adelantar las elecciones generales y no presentarse a las próximas y Puigdemont debe renunciar a ser reelegido. Porque ambos, no solo el primero, son cadáveres políticos, y ambos han demostrado su incapacidad como líderes, confirmando el principio de Peter: «En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata se monta hasta cortarse».

(Publicado en el diario HOY el 24 de diciembre de 2017)

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