Las mujeres han roto bastantes cadenas y barreras en las últimas décadas y a nadie le extraña ya que una mujer alcance un cargo de responsabilidad. Sin embargo, todavía cuanto más arriba se sube menos mujeres se encuentran. Por eso, «nos falta aún mucho camino» para lograr una igualdad efectiva entre hombres y mujeres, como advierte la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie. Para la autora de ‘Todos deberíamos ser feministas’, las mujeres occidentales creen que están mejor que las del sur, pero «el sexismo existe en todo el mundo». El caso Weinstein así lo demuestra al haber destapado una larga lista de agresiones y abusos sexuales perpetrados por prohombres del cine, la política o el periodismo. Y no solo en Estados Unidos, sino también en esta orilla del Charco.
Estos escándalos han levantado un saludable tsunami de sororidad, es decir, de solidaridad o hermanamiento entre mujeres, en los medios de comunicación y las redes sociales a través de campañas como #MeToo (‘Yo también’). No obstante, hay voces femeninas que se han alzado contra esa gran ola tachándola de «puritana», como la actriz Catherine Deneuve y un centenar de artistas francesas que han firmado un manifiesto en el que defienden que «la seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista». Entre las firmantes está la filósofa Peggy Sastre, autora de un ensayo titulado ‘La dominación masculina no existe’, o la escritora Abnousse Shalmani, que ha descrito el feminismo como un nuevo estalinismo.
La exministra francesa para Derechos de las Mujeres Laurence Rossignol considera que el polémico manifiesto es «una bofetada a las mujeres que denuncian la depredación sexual» y refleja una «concepción tradicional de la sexualidad» en la que el hombre asume el papel de «conquistador» y la mujer el de «sumisa».
En mi opinión, las palabras de Deneuve y compañía son una muestra de lo que Adichie llama «feminismo light» o «la idea de la igualdad femenina condicional», peligro del que alerta en ‘Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo’. El feminismo light, que en realidad es un machismo sutil, emplea analogías como «él es la cabeza y ella el cuello» o frases como «él está al mando pero ella dirige entre bambalinas» o «dejad que la mujer haga lo que le plazca siempre y cuando su marido se lo permita». Pero el permisor mira desde las alturas a la persona a la que permite. Para el feminismo light, detrás de un gran hombre hay una gran mujer, no al lado; el hombre debe ayudarla en las labores domésticas, no colaborar con ella; debe ser tolerante, tratarla bien, en vez de respetarla. Como dice Adichie, la premisa de la caballerosidad es la debilidad femenina: «Las mujeres no necesitan que las reverencien ni las defiendan; solo necesitan que las traten como seres humanos iguales. En la idea de que las mujeres necesitan ser reverenciadas y defendidas por el hecho de ser mujeres subyace una actitud de superioridad». Por tanto, para el feminismo light la mujer sigue estando subordinada al hombre, no es plenamente libre.
El diccionario de la Real Academia Española define ‘feminismo’, en su primera acepción, como «principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre». Por ende, ser demócrata supone ser feminista, pues sin una igualdad sexual real no hay una democracia real.
(Publicado en el diario HOY el 14 de enero de 2018)