El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer y está convocada una huelga feminista para clamar contra la desigualdad de derechos entre hombres y mujeres y la violencia machista. El objetivo es demostrar que si ellas paran, se para todo; es visibilizar la verdadera mano invisible que mueve el mundo; es dar voz a las que hasta ahora han callado o han sido acalladas. Por eso, están llamadas a secundarla todas la mujeres, las que tienen empleos remunerados o sus propios negocios y las que trabajan en su casa o en las de otros, las que cuidan niños, mayores o personas dependientes y las que cuidan de sí mismas… Todas.
No obstante, la lucha feminista no empezó anteayer, se remonta al amanecer de la Historia, pero ya se se sabe que esta la escriben los ganadores, no las perdedoras. La primera feminista no fue Simone de Beauvoir ni tampoco, más de un siglo antes, la menos reconocida Harriet Taylor Mill, autora de ‘La emancipación de las mujeres’ (1851) y casada en segundas nupcias con John Stuart Mill, defensor del sufragio femenino y quien diría de su «amiga y esposa» que «fue inspiradora, y en parte autora, de lo mejor que hay en mis obras», en especial, de los ensayos ‘Sobre la libertad’ (1859) y ‘El sometimiento de las mujeres’ (1869), que también «se enriqueció con algunas ideas importantes» de su hijastra Helen Taylor.
En este último libro, Mill denunciaba que «la subordinación legal de un sexo a otro», amén de estar mal en sí mismo, «es uno de los principales obstáculos del bienestar humano» y «debe ser reemplazado por un sistema de perfecta igualdad, que no admite poder ni privilegios por un lado, ni discapacidad por el otro».
Lo poco que sabemos de ella es gracias a Diógenes Laercio, siendo la única filósofa a la que cita en su ‘Vidas de los más ilustres filósofos griegos’, donde cuenta una anécdota que la retrata. En una ocasión, durante un banquete en la casa de Lisímaco, Hiparquía se enfrentó a Teodoro el Ateo, que no concebía que una mujer se dedicara a la filosofía y se desentendiera de sus deberes domésticos. Ella, irónica, le contestó con una pregunta retórica: «¿Crees que he hecho mal en consagrar al estudio el tiempo que, por mi sexo, debería haber perdido como tejedora?». Teodoro, indignado, le arrancó su ropa y le replicó: «¿Eres la que dejaste la tela y la lanzadera?». Mas ella, cual precursora de Femen, no se turbó y le respondió: «Yo soy, Teodoro. ¿Te parece, por ventura, que he mirado poco por mí en dar a las ciencias el tiempo que había de gastar en tela?».
Aún quedan demasiados Tedoros, pero cada vez hay más Hiparquías y Harriets y no están solas, también tienen a su lado a su Crates y su John Stuart.
(Publicado el 4 de marzo de 2018 en el diario HOY)