Red de espías
Se confirma: Facebook es un gran panóptico global, un Gran Hermano, una Hidra de Lerna de millones de cabezas, en definitiva, una red de espías. Un antiguo empleado de Cambridge Analytica ha aireado una filtración masiva de datos de 50 millones de usuarios de Facebook que en 2016 sirvieron para aupar al poder a Donald Trump. Dicha consultora diseñó con ellos campañas de información en las que ofrecía a la audiencia las noticias que quería oír, convenientemente manipuladas con la ayuda de psicólogos, publicistas, matemáticos e informáticos, a fin de dirigir sus preferencias hacia el hoy presidente estadounidense. Estos métodos de «guerra psicológica» y lavado de cerebro generadores de mensajeros del miedo fueron probados antes y con éxito en la campaña del ‘brexit’.
Este mayúsculo escándalo evidencia hasta que punto internet puede ser utilizado para influir de manera espuria en los votantes. Es más, revela algo más inquietante: quizás el libre albedrío humano no sea más que un mito liberal y acaso no seamos más que algoritmos maleables mediante las adecuadas técnicas cibernéticas.
En ‘Homo Deus’, el historiador israelí Yuval Noah Harari cita un estudio encargado por la propia Facebook que indica que el algoritmo del leviatán creado por Mark Zuckerberg puede predecir, vía nuestros ‘me gusta’, nuestras opiniones y deseos mejor, incluso, que nosotros mismos. Y lo mismo hace Google con nuestras búsquedas en internet.
Lo peor es que Facebook y Google obtienen esos datos, el oro del siglo XXI, gratis; se los regalamos a cambio de acceder a ese campo de concentración camuflado de edén virtual. Por tanto, no somos clientes, somos reclamos, mercancías en manos de esos y otros gigantes tecnológicos que, como advierte Harari, cuando «se conviertan en oráculos omniscientes, bien podrían evolucionar para convertirse en representantes y finalmente en soberanos», en los nuevos imperios. Y la nueva religión imperial es el dataísmo, que sostiene que el universo consiste en flujos de datos y que el valor de cualquier fenómeno o entidad está determinado por su contribución al procesamiento de datos. Estamos así más cerca de ‘Matrix’ que de ‘1984’. La gran amenaza para la libertad individual no es ya la tiranía del colectivo, sino el propio individualismo. Como explica Harari, «el individuo no será aplastado por el Gran Hermano: se desintegrará desde dentro».
El éxito de Facebook se basa en alimentar el narcisismo y la curiosidad morbosa de sus usuarios. Eso hace de la red social un espejo deformante, a un tiempo que un escaparate y una ventana indiscreta: un escaparate en el que exponemos nuestras vergüenzas y desvergüenzas para evadirnos de la soledad, en busca de amor líquido, y una ventana a través de la que fisgoneamos a los demás. Facebook es así una omnímoda red de espías en la que todos los espías acaban siendo espiados.
Facebook juega con nuestra curiosidad malsana como el trilero con la codicia de su víctima. El cazador acaba siendo cazado en las redes trenzadas por Zuckerberg y compañía presa de su voyerismo, como Acteón. Este, un día de cacería, sorprendió a Artemisa, diosa consagrada a la castidad, bañándose desnuda en el bosque. Acteón se quedó mirándola y remirándola fascinado por su belleza. Artemisa se sintió violada en su privacidad y, como castigo, lo transformó en un ciervo y azuzó contra él a los propios sabuesos de Acteón, quien terminó devorado por sus canes.
(Publicado en el diario HOY el 25 de marzo de 2018)