En ‘No pienses en un elefante’ (2004), George Lakoff desvela el secreto del éxito electoral cosechado hasta entonces por los republicanos en EE UU.
El lingüista estadounidense parte de la idea de que los marcos de referencia son estructuras mentales que moldean nuestra visión del mundo. Se pueden conocer a través del lenguaje, ya que todas las palabras se definen en relación con un marco. Cambiar de marco es cambiar cómo ve la gente el mundo. Para establecer un nuevo marco se requiere un nuevo lenguaje. Para pensar distinto hay que hablar distinto. Incluso cuando negamos un marco, si utilizamos su lenguaje lo reforzamos. Por ende, cuanto más se discuten las opiniones de Trump o Abascal en los medios, más se activan y más fuertes se vuelven. Da igual que hablen bien o mal de ellos, lo importante es que hablen de ellos y como ellos, porque así se les hace el juego, se les deja marcar la agenda sociopolítica e imponer su cosmovisión.
Desde los tiempos de Reagan y hasta la victoria de Obama, como argumenta Lakoff, los neoconservadores lograron imponer su marco y que los estadounidenses, incluidos los progresistas, pensaran en un elefante, el símbolo del Partido Republicano. El gran acierto de este fue darse cuenta de que tendemos a ver la nación como metáfora de la familia.
Lakoff distingue dos conceptos de nación que se corresponden con dos modelos de familia: la del padre estricto (conservador) y la del padre protector (progresista). Este cree que debe comprender y apoyar a sus hijos, escucharles y darles libertad y confianza en los demás, con los que deben cooperar. El padre estricto cree en la necesidad y el valor de la autoridad, no duda en castigar a sus hijos si son desobedientes y malos y les enseña a diferenciar el bien del mal, a luchar en un mundo peligroso y competitivo en el que triunfarán si son fuertes, autosuficientes y disciplinados. Si no prosperan, es que se lo merecen. Chuck Norris encarnaría al primero y Phil Dunphy (el personaje que interpreta Ty Burrell en la serie ‘Modern Family’), al segundo.
Lakoff explica que, según la lógica del padre estricto, en un mundo bien ordenado impera la siguiente jerarquía moral: Dios por encima del Hombre, el Hombre por encima de la Naturaleza, los fuertes por encima de los débiles, los ricos por encima de los pobres, los patronos por encima de los empleados, los adultos por encima de los niños, la cultura occidental por encima de otras, nuestro país por encima de otros, los hombres por encima de las mujeres, los heterosexuales por encima de los homosexuales, los blancos por encima de los no blancos, los cristianos por encima de los no cristianos.
Para Lakoff, hay millones de americanos que comparten el moralismo del padre estricto y su jerarquía. Ello explica la victoria de Trump, porque expresa en voz alta todo lo que ellos opinan y que no se atrevían a reconocer en público al ser considerado «políticamente incorrecto», eufemismo con el que camuflan su intolerancia.
Todos los nuevos partidos de extrema derecha comparten la misma visión del padre estricto, incluido Vox. Si el elefante es el emblema de los republicanos, el toro bien podría serlo de los voxistas. El toro (de Osborne) simboliza la España a la que representa Vox, la España cañí, de charanga y pandereta, una, grande y libre, nacionalcatólica, la que defiende la familia como Dios manda, la del Capitán Trueno, la del macho Camacho, una España que, parafraseando a Jesulín, es como un toro: brava, fuerte y noble. Es decir, una España ni utópica ni distópica, sino tópica. ¿Y como contrarrestar ese marco? No piense en un toro.
(Publicado en el diario HOY el 13 de enero de 2019)