Podemos amenaza con implosionar justo cuando cumple cinco años. Desde que tocara techo, que no el cielo, en las elecciones generales del 26J de 2016, no cesa de perder apoyos, según todas las encuestas, y Pablo Iglesias es reiteradamente el líder político peor valorado por los españoles. Los problemas le crecen por doquier: en Cataluña, Galicia, Andalucía, Navarra, Cantabria, La Rioja, Badajoz capital… y ahora Madrid, donde Íñigo Errejón ha consumado su ruptura con Iglesias al abandonar ‘de facto’ el partido morado e integrarse en la plataforma electoral de la alcaldesa madrileña, Manuela Carmena, para optar a la presidencia de la comunidad.
Podemos nació como un medio para canalizar la indignación ciudadana con el fin de lograr un cambio político y social en España. Mas ha degenerado en todo lo que aborrecía cuando surgió al calor del 15M, en un partido más sometido a la ley de hierro de la oligarquía de Robert Michels.
La dirección podemista acusa a Errejón de urdir un proyecto personalista. Sin embargo, lo que ha devenido un proyecto personalista y bonapartista es Podemos, que ha acabado por confundirse con su amado líder. De los padres fundadores solo queda Iglesias. Eso sí, el primero en irse, Juan Carlos Monedero, enemigo íntimo de Errejón, sigue siendo la eminencia gris tras el trono, la lengua de serpiente que susurra al oído del ‘Rey Sol’ morado.
No en vano Clara Serra, mano derecha de Errejón, dice que este le recuerda a Jean-Jacques Rousseau e Iglesias a Thomas Hobbes. Hobbes, principal teórico del absolutismo, sostenía que el hombre es un lobo para el hombre y que el Estado surge del pacto entre los individuos por el que ceden todo el poder a un soberano, el Leviatán, a cambio de que mantenga el orden y la paz. Todo súbdito que no obedezca al soberano es enemigo del Estado.
Por el contrario, Rousseau pensaba que el hombre era bueno por naturaleza y que la sociedad lo corrompía. Para el filósofo ginebrino, la sociedad también nace de un contrato que suscriben los hombres para beneficio mutuo pero sin perder su libertad. Creía que si uno procura el bien común, es decir, ejerce y respeta la voluntad general, se procura el bien propio. Defendía la democracia directa o asamblearia, si bien sus detractores ven en él un precursor de los populismos y totalitarismos.
Rousseau sostenía que todos los gobiernos, por buenos que sean en principio, tienden a degenerar y que hay una fuerza que los regenera: volver a su fuente, a la soberanía popular, que reside en el poder legislativo, que considera el corazón del Estado. Y cuando el corazón de alguien se para, muere. Por eso, considera que las asambleas inyectan sangre al Estado (y por extensión a cualquier organización), son su fuerza vital y han de ser convocadas con frecuencia.
Errejón, de la mano de Carmena, quiere trasfundir sangre nueva a la izquierda en un momento en que lividece ante el auge de la extrema derecha. La izquierda necesita un revulsivo y Podemos ya no lo es porque ha dejado de ilusionar a una parte creciente de los votantes progresistas. No es casual que Errejón eligiera para anunciar su alianza con Carmena el día del aniversario del periclitado partido de los círculos, pues busca volver a la fuente, renovar y refundar el proyecto originario, más transversal y asambleario que el hobbesiano que impuso Iglesias en Vistalegre II. Pero, ¡ojo! ya advertía Michels que «los revolucionarios de hoy se transforman en los reaccionarios de mañana».
(Publicado en el diario HOY el 20 de enero de 2019)