De la tragedia de Julen, el niño de dos años hallado muerto en el pozo del municipio malagueño de Totalán en el que se cayó 13 días atrás, se pueden extraer varias lecciones, algunas positivas y otras negativas. Empezaré por las segundas.
Este luctuoso incidente nos ha confirmado que vivimos en una sociedad del espectáculo, alimentada por medios de comunicación que convierten en un ‘reality show’ todo lo que tocan. El seguimiento casi al minuto que algunas televisiones han realizado del mismo ha sido bochornoso.
El filósofo situacionista francés Guy Debord ya nos advirtió que «todo lo que una vez fue vivido directamente se ha convertido en una mera representación» y «el espectáculo no es una colección de imágenes, sino una relación social entre las personas mediatizada por imágenes». Vivimos en un mundo de simulación, de «verdades alternativas» o posverdades, eufemismos con los que ahora se denomina a las mentiras, a bulos como los que sobre el accidente de Julen se han viralizado por las redes sociales. Bulos que son uno de los peores enemigos de la democracia, porque una sociedad mal informada la debilita. Las noticias falsas son un arma de destrucción masiva en manos de demagogos y oportunistas.
Demagogos y oportunistas como Juan José Cortés, el fichaje revelación del PP que va de pueblo en pueblo propagando, cual evangelio, su alegato en favor de la prisión permanente revisable. El padre de Mariluz, la niña onubense de cinco años asesinada en 2008, es la prueba de que la explotación del dolor de las víctimas ‘ad nauseam’ y la mercantilización e instrumentalización de los sentimientos y emociones no es privativa de los medios; también ha contagiado a la política.
Con aires de profeta, Cortés se desplazó a Totalán para convertirse en la sombra de los padres de Julen y su portavoz ante micrófonos y cámaras. El pasado fin de semana, durante la convención nacional del Partido Popular, dejó claras sus intenciones: «El PP, a diferencia de otros partidos, está con las víctimas». A renglón seguido, añadió: «Julen, desde el pozo tan oscuro donde estás metido, Juan José Cortés, el PP y España entera está contigo». Con estas palabras dejó en mal lugar a su presidente, Pablo Casado, que en una carta enviada a todos sus militantes antes de la convención les pedía evitar «la sentimentalización» de la política y rechazaba «la demagogia», la «propaganda» o lo «panfletario». Ya saben, no importa ser sino parecer. La actuación «de corazón» de Cortés, promovida por el PP, es un reflejo esperpéntico de que todo vale para pescar votos, de que la ética es un instrumento maleable al servicio de la política, de que el fin justifica los medios.
Frente a tanta impostura impostada de medios y políticos, quienes han dado una lección de solidaridad auténtica son todas las personas anónimas que se han volcado en el rescate del chaval: guardias civiles, bomberos, mineros, ingenieros, Protección Civil, vecinos de Totalán… Toda esta gente nos ha enseñado que es al revés, que son los medios los que justifican el fin. Cual Sísifo, sabían en su fuero interno que todo su esfuerzo titánico sería tristemente infructuoso, porque las probabilidades de que el chico estuviera vivo eran menos que mínimas. Sin embargo, la desesperación puede ser motor de la esperanza y no dudaron en luchar hasta el último aliento por salvarlo. Porque, como dice Albert Camus al final de ‘El mito de Sísifo’, «la lucha por llegar a las cumbres basta para llenar un corazón de hombre».
(Publicado en el diario HOY el 27 de enero de 2019)