Llegó a la política para regenerarla, exigiendo de partida menos liberados y aforados y dando lecciones de democracia interna y externa. Se presentó como la palanca del cambio tranquilo y la voz del sentido común y del sentido de Estado. Vino a ocupar un espacio político huérfano desde los tiempos de Adolfo Suárez, el centro, dispuesto a hablar a diestro y siniestro para proteger la unidad de España y garantizar la gobernabilidad del país. Mas, parafraseando al replicante Roy Batty en ‘Blade Runner’, todos estas buenas intenciones se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir… de éxito.
Tras romper su techo electoral el 28-A y rozar el ‘sorpasso’ al PP, Ciudadanos se desinfló el 26-M. Con todo, se hizo con las llaves de varios gobiernos autonómicos y municipales. Pero ya no se conforma con ser ama de llaves, quiere ser el amo del cotarro, con ediles a sueldo de todos incluidos. Y lo ha conseguido en varios ayuntamientos en los que, aun siendo el tercero en la línea de sucesión, ha comprado al PP o al PSOE su primogenitura por un plato de lentejas, como en Palencia, o al menos la mitad de la primogenitura, como en Badajoz o Granada, donde se turnará en la alcaldía con los populares, y Ciudad Real o Albacete, donde se alternará con los socialistas. Lo mismo pretendía en Madrid, pero, al final, allí y en otras plazas importantes ha tenido que resignarse a ser mozo de espadas y aceptar a regañadientes que Vox entre en la cuadrilla del diestro.
Cs se ha repartido así el poder con los mercachifles del templo a los que reprendía como quien intercambia cromos en el rastro. Para más inri, tal es su cinismo que se ha prestado a enjuagues no reconocidos con la ultraderecha por pisar moqueta. Esto ha abierto las primeras grietas en un partido que seguía el ritmo marcial que marcaba su general como una falange.
El catedrático Francesc de Carreras, fundador de Cs, afirma en una carta publicada por ‘El País’ que no entiende que Albert Rivera «se haya convertido en un adolescente caprichoso que da un giro estratégico de 180 grados y antepone supuestos intereses de partido a los intereses generales de España» al negarse a pactar con Pedro Sánchez.
Más duro se ha mostrado Manuel Conthe, expresidente de la CNMV y asesor económico del partido naranja. En un tuit dijo que Rivera y Cs le están empezando a parecer «unos payasos, tan poco fiables como otros partidos y líderes». Para él, «como consuelo, siempre nos quedará Valls», el ex primer ministro francés, elegido concejal de Barcelona encabezando una lista respaldada por Cs, quien, contra el criterio de Rivera, ha apoyado la reelección de Ada Colau como «mal menor» para cerrar el paso a los independentistas. Asimismo, ha amenazado con romper con Cs si sigue pasteleando con la extrema derecha. Por idéntico motivo, el presidente galo, Emmanuel Macron, ha cuestionado su alianza liberal con Rivera.
El contorsionismo político del líder naranja amenaza con fracturar Cs, que tiene dos almas, una neoliberal y otra socioliberal, y esta comienza a revolverse incómoda con los cambalaches de su partido con el PP y Vox. Ya lo advierte el tango ‘Cambalache’, «que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también; que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valores y dublés», pero «hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador (…). ¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!».
(Publicado en el diario HOY el 16 de junio de 2019)