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Así no se puede

Podemos ha pasado de tocar techo, pero no el cielo, el 20-D de 2015 a hundirse en el infierno sin, me temo, tocar aún suelo el 26-M. Desde que va de la mano de Izquierda Unida, está en caída libre. Esta alianza, lejos de sumar, les ha restado votos y, lejos de reforzarlas, ha debilitado a ambas. La paradoja es que el pez chico se está comiendo al grande, como un parásito, esto es, a Podemos se le está poniendo cada vez más cara de IU.

Tras la salida del puesto de mando de Íñigo Errejón y otros padres fundadores del partido como Luis Alegre y Carolina Bescansa, Podemos viró a babor y perdió la vocación transversal con la que nació como depositario del espíritu del 15-M.

Su éxito se basó en desplazar el eje del debate político desde el tradicional izquierda-derecha hacia el arriba-abajo. Podemos se presentó como el representante de los de abajo (el pueblo, el 99%) en las instituciones frente a los de arriba (la casta, el 1%). Por ello, es tachado de populista por sus adversarios.

Sin embargo, el término populismo es un significante vacío utilizado como sinónimo de demagogia para calificar de forma despectiva movimientos políticos bien distintos que tienen en común que pretenden atraerse a las clases populares. Pero al igual que nacionalsocialismo y socialismo no son lo mismo, el nacionalpopulismo de Vox poco tiene que ver con el populismo de Podemos.

La definición que me parece más acertada de populismo es la que dan Cas Mudde y Cristóbal Rovira Kaltwasser: «Una ideología delgada, que considera la sociedad dividida básicamente en dos campos homogéneos y antagónicos, el pueblo puro frente a la élite corrupta, y que sostiene que la política debe ser la expresión de la voluntad general del pueblo (concepto acuñado por Rousseau)».

Al calificarla de «delgada», Mudde y Rovira Kaltwasser quieren decir que está poco desarrollada, por lo que para definir su mensaje los populistas tienen que recurrir a «ideologías huésped». Los de derechas tienen como «ideología huésped» algún tipo de nacionalismo y los de izquierdas, alguna forma de socialismo. Los mismos autores señalan tres tipos de movilización populista: el liderazgo personalista –«la forma de movilización populista por antonomasia»–, el movimiento social –el menos frecuente– y el partido político. El liderazgo personalista se da más a menudo en los sistemas presidencialistas, mientras que el partido predomina en los sistemas parlamentarios.

Podemos surgió de una movilización social (el 15-M) que se articuló en un partido que optó por una suerte de socialdemocracia radical como ideología huésped. Mas ha degenerado en un proyecto personalista con un eurocomunismo reciclado como ideología huésped.

El proyecto original aspiraba a ser alternativa de Gobierno al PSOE. El actual amenaza con convertir a Podemos en una IU 2.0, en mera muleta de los socialistas. Y así será si entra en un Gobierno de coalición, como ansía Pablo Iglesias. Pero ello puede suponer su muerte, porque le impediría marcar diferencias con el PSOE, ya que tendría que asumir, por lealtad, todas las decisiones del Ejecutivo como propias, incluidas aquellas con las discrepe. De resultas, experiencias como la de la gran coalición de socialdemócratas y democristianos en Alemania, la de ‘tories’ y liberales demócratas en el Reino Unido o la de Podemos con el PSOE en Castilla-La Mancha demuestran que el electorado acaba por no percibir ninguna distinción entre los dos socios y penalizando al más débil, al considerarlo irrelevante, en la siguiente cita con las urnas.

(Publicado en el diario HOY el 9 de junio de 2019)

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