Maruja y Daniel decidieron compartir su vida y su muerte. El jueves, Daniel, un anciano de 87 años, se armó de valor y, con una rudimentaria pistola fabricada por él mismo, mató de un disparo en la sien a su esposa Maruja, de 83, y después se quito la vida del mismo modo.
Sus cadáveres fueron hallados uno junto al otro en el comedor de su casa de la calle Felicidad de Gijón. Como cuenta la compañera Olaya Suárez en ‘El Comercio’, a ellos se les había terminado hace tiempo la felicidad. Daniel padecía principio de demencia y cuidaba de Maruja, que tenía problemas de movilidad y arrastraba una depresión desde hace veinte años que en menos de un mes le había empujado a intentar suicidarse dos veces. En ambas, el propio Daniel le salvó la vida al pedir auxilio a los vecinos. En la segunda, hace apenas unas semanas, ingirió una gran cantidad de pastillas, pero fue llevada rápidamente al hospital y revivió tras un lavado de estómago.
No obstante, el pasado día 21, acordaron suicidarse juntos para terminar con su creciente sufrimiento. La investigación policial ha confirmado que no fue un caso de violencia machista, sino un acto pactado por la pareja. Sus familiares y la policía encontraron varias notas de despedida. En una de ellas, Maruja y Daniel, que no tenían hijos, detallaban el dinero en efectivo que dejaban en herencia a cada uno de sus sobrinos. «Entre ellos todo era amor, no es un crimen porque se querían muchísimo y vivían el uno por el otro», aseguró desolada a ‘El Comercio’ una de sus sobrinas. Y sus vecinos corroboran que Daniel se desvivió por Maruja hasta las últimas consecuencias.
Hace cinco años, también un 21 de junio y en Gijón, otra pareja de octogenarios, Jesús y Julia, protagonizaron un episodio semejante. Ella padecía alzhéimer y él la asfixió y luego se cortó las venas. No querían seguir siendo una carga para su familia. Una historia real que parecía inspirarse en la ficción relatada por la turbadora película ‘Amor’, estrenada apenas un año antes, en 2012. En este filme, el director austriaco Michael Haneke plantea la inquietante cuestión de si acaso no hay mayor acto de amor que matar a la persona amada para evitar que siga sufriendo.
Casos así ponen de manifiesto la necesidad de legalizar la eutanasia y el suicidio médicamente asistido, un incómodo asunto que solivianta a la Iglesia y sobre el que no hay unanimidad entre los partidos, aunque ocho de cada diez españoles se muestran a favor, según una encuesta de Metroscopia.
El PSOE quiere que se apruebe en el Congreso de la semana que viene la despenalización y regulación de la eutanasia y que sea financiada por la sanidad pública. Se trata de la proposición de ley que registró en mayo, cuando aún estaba en la oposición, y que es similar a la que el año pasado presentó Unidos Podemos y que el grupo socialista no apoyó, como tampoco lo hicieron el PP y Ciudadanos, que hizo su propia propuesta, que solo pretende asegurar los cuidados paliativos.
Sin embargo, el proyecto socialista va más allá al reconocer el derecho a decidir morir de las personas con una enfermedad grave e incurable o con una discapacidad grave crónica y que padezcan un sufrimiento físico o psíquico insoportable. Porque todos tenemos derecho a una vida digna, pero también debemos tener derecho a una muerte digna cuando la vida se vuelve indigna, pues deja de ser vida. Obligar a vivir a quien ya no quiere ni puede vivir no es caridad, es tortura.
(Publicado en el diario HOY el 24 de junio de 2018)