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El rincón del Zurdo

El gallo de veleta

Hoy elegiremos entre un gobierno de derechas u otro de izquierdas. La posibilidad de un gobierno transversal, esto es, del PSOE y Ciudadanos, está casi descartada, dado que Albert Rivera se mantiene en sus trece de vetar a Pedro Sánchez. Considera que la emergencia nacional es desalojarle de la Moncloa, no evitar que el virus del nacionalpopulismo se propague.

Rivera está sorprendiendo con una estrategia frentista similar a la de Vox y a la inicial de Podemos. Es más, ha intercambiado los papeles con Pablo Iglesias, como quedó patente en los dos debates. El candidato morado se mostró sosegado, con más sentido de Estado y más respeto por la Constitución que el «constitucionalista» naranja, a quien se le vio impertinente, sobreactuado, arrogante y más preocupado por ganar el juego de tronos de la derecha que por derrotar a los caminantes verdes.

El líder de Cs es un hombre de principios, pero si no te gustan, tiene otros. Sigue así la ocurrente sentencia con la que Groucho Marx sintetiza la ‘realpolitik’, esa que fundó Ulises, plasmó Maquiavelo en ‘El Príncipe’, conceptualizó Carl Schmitt y acaba practicando todo aquel que se pone el anillo de poder. Mas a Rivera se le han puesto ojitos y sonrisa de Gollum antes de intercambiar las alianzas con Pablo Casado y consumar su matrimonio de conveniencia, al que Santiago Abascal está convidado como padrino.

El caudillo voxista y Rivera se parecen tanto que se repelen: ambos son ‘hooligans’ de la política. No en vano el lema de campaña de Cs es el grito deportivo «¡Vamos!». De hecho, el vanidoso Alberto Carlos celebró su intervención en los dos debates como si hubiera ganado la Champions. Vale, quizá sea un buen orador, aunque está lejos de ser el Messi de la oratoria que se cree. Es un maestro del sofisma, capaz de defender con la misma convicción una cosa y su contraria y negar tres veces a M. Rajoy para apoyarlo finalmente sin dejar de ser, a la vez, su socio más fiel y su opositor más fiero. Es el político total, ni de izquierdas ni de derechas, sino todo lo contrario: socialdemócrata al amanecer, socioliberal al mediodía y liberal al atardecer, pero al caer la noche termina compartiendo velada con los conservadores y aceptando a la ultraderecha como animal de compañía tras el café, la copa y el puro. El traje de Macron le queda corto. Él se ve como el Adolfo Suárez de los 70, el Felipe González de los 80 y el José María Aznar de los 90. De momento, no ha pasado de subalterno del diestro y va camino de ser un mero epígono del camaleónico y demagogo Alejandro Lerroux.

Sin embargo, ambiciona el trono de hierro y, por eso, Casado, dispuesto, si hace falta, a pegarse un tiro en el pie con la pistola de Abascal para coronarse, se fía de su prometido tanto como de Pedro y el lobo. Teme que lo deje plantado en el altar para tirarse en brazos del seductor Sánchez.

Abascal lo llama la «veleta naranja». A mí, y que don Rafael Sánchez Ferlosio me perdone allá donde esté, me evoca el gallo de veleta que aparece al inicio de ‘Industrias y andanzas de Alfanhuí’, «recortado en una chapa de hierro que se cantea al viento sin moverse y que tiene un ojo solo que se ve por las dos partes». Alfanhuí arrojó el gallo a la fragua, donde «chirriaba en los tizones como si hiciera viento y se fue poniendo rojo, amarillo, blanco. Cuando notó que empezaba a reblandecerse, se dobló y se abrazó con las fuerzas que le quedaban a un carbón grande, para no perderse del todo». El niño apagó el fuego echándole un cubo de agua «y el gallo de veleta quedó asido para siempre al trozo de carbón».

(Publicado en el diario HOY el 28 de abril de 2019)

blog personal del periodista Antonio Chacón Felipe

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