Ya estamos en campaña electoral. ¡Qué chupi! Estos días los candidatos de todo pelaje y condición le harán la pelota más que nunca para comprar su voto. Sobre todo los de PP y PSOE (partidos que se reparten más del 90% de los escaños del Congreso, aunque representan juntos a un 60% del censo electoral), que le bombardearán con llamadas al voto útil, vendiéndole que son los únicos con experiencia de gobierno y capacidad para sacar al país del agujero en que las recetas económicas que promueven nos han metido. Sus simpatizantes y voceros, convertidos a la única fe verdadera, el realismo político, le reprocharán que elegir otra alternativa es tirar el voto; le llamarán irresponsable si lo hacen; le dirán que sea sensato, que se deje de imposibles, utopías y quimeras y que tenga sentido común, el disfraz bajo el que se esconde ahora el pensamiento único, o sea, el liberalismo en sus dos versiones: la dura o neoliberal y la blanda o socioliberal. Para ellos, allende las hercúleas columnas del capitalismo no hay nada, solo caos o totalitarismo. Fin de la historia.
Sin embargo, según Arthur C. Clarke, escritor de obras de ciencia ficción, «la única posibilidad de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo imposible», refugio de cobardes y timoratos. Por eso, como Goethe, amo a los que desean lo imposible, a los quijotes, a los valientes que creen que intentando lo imposible se realiza lo posible; ellos son los motores de la evolución, los que mejoran el mundo. Por eso amo a gente como Molly Katchpole, esta David de 22 años que se ha plantado ante los abusos de ese Goliat que es Bank of America.
El mayor banco de Estados Unidos ha retirado su propuesta de cobrar a sus clientes una comisión mensual por usar la tarjeta de débito, al no soportar la pacífica presión de Molly. Nuestra indignada heroína se limitó a denunciar en Internet los excesos del gigante financiero. «Cuando escuché que el banco quería cobrarme un extra por tener acceso a mi propio dinero me frustré mucho, porque yo subsisto entre sueldo y sueldo, como millones de personas más (…). Ya estaba enferma de oír las miserias de los bancos, que han sido rescatados
con el dinero de los contribuyentes», se queja esta joven recién licenciada que se ve obligada a compaginar dos trabajos de niñera de media jornada para llegar a fin de mes. Su causa logró en las redes sociales, en menos de un mes, la adhesión de más de 300.000 personas, y el banco recibió un torrente de solicitudes de clientes que querían cerrar sus cuentas. Al final, Bank of America plegó velas. Con su gesta, propia de un filme de Capra, Molly nos ha dado una lección: la voluntad del pueblo «sí puede cambiar las cosas». La misma voluntad mueve al 15-M. Y debería mover a nuestros políticos; pero no es así, sino que obedecen la voluntad de don Dinero, más empeñado que nadie en hacernos creer que cambiar el sistema es imposible. ¿Será por ello que, como decía el filósofo Bertrand Russell, «los científicos se esfuerzan por hacer posible lo imposible; los políticos por hacer lo posible imposible»?
(Publicado en el diario HOY el 6/11/2011)