Los políticos son un reflejo de la sociedad a la que representan. Si en España hay tanto político corrupto es porque hay mucho ciudadano corrupto o corrompible; cada uno en su nivel, según sus posibilidades, que crecen a medida que medra en la escala social. Porque corrupto es el que intenta burlar a Hacienda; el que elude abonar el IVA; el que acepta o paga en dinero negro; el que falsea sus datos fiscales para trincar una subvención o beca; el que se cuela en el bus; el que si se equivoca la cajera y le cobra de menos, no dice ni mu; el que se va de un bar sin pagar; el que nos vende gato por liebre; el que pide la baja laboral sin estar enfermo y el médico que se la da; el que cobra un pastón y no da un palo al agua; el que pide a esos políticos que pone a parir que enchufen a su hijo y el que enchufa a familiares y a amigos; corrupto, en resumidas cuentas, es el que hace el tocomocho y la víctima, por tratar de aprovecharse de un estúpido.
En este país de pícaros sobran Bárcenas y Urdangarines, al menos en potencia, y muchos de los que les tiran piedras no están libres de pecado y habrían hecho lo mismo si hubieran podido. Por culpa de esos buscones estamos donde estamos; porque edificaron la casa sobre arena, en vez de sobre roca, y cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y esta se hundió totalmente. Esos buscones son mayoría y sostienen el capitalismo al encarnar su tipo ideal: el ‘hombre unidimensional’ de Marcuse, variación del ‘hombre calculable’ de Nietzsche. El filósofo libertario Michel Onfray lo retrata bien: iletrado, inculto, codicioso, limitado, obediente a las consignas de la tribu, arrogante, seguro de sí mismo, dócil, débil con los fuertes, fuerte con los débiles, simple, previsible, aficionado empedernido a los juegos y los estadios, devoto del dinero y sectario de lo irracional, profeta especializado en banalidades, en ideas mezquinas, tonto, ingenuo, narcisista, egocéntrico, gregario, consumista, consumidor de las mitologías del momento, amoral, carente de memoria, racista, cínico, sexista, misógino, conservador, reaccionario, oportunista…; en definitiva, portador de ciertos rasgos de la misma índole que los que definen un fascismo ordinario. ¿Entienden por qué nos gobiernan quienes nos gobiernan?
Nuestra sociedad necesita una profunda regeneración ética que pasa por sustituir el principio que la rige, “deben sufrir otros para que goce yo”, por el hedonista de “gozar y hacer gozar”. Pero no se engañen, no se logra eso solo reemplazando a un partido por otro en el Gobierno a través de las urnas ni con un golpe de Estado. El Estado o el Gobierno no concentran todo el poder, son únicamente sus expresiones más visibles y no precisamente las más poderosas. En nuestra sociedad de control el poder está diseminado, por eso hay que combatirlo con una labor de zapa, una guerra de guerrillas pacífica allí donde se manifieste: la familia, la escuela, la Universidad, los medios de comunicación, los partidos, los sindicatos, las empresas, la banca… Habrán cambiado las cosas cuando la inmensa mayoría de los individuos rechacemos el sobre que nos ofrezca el Bárcenas de turno.
(Publicado en el diario HOY el 27/1/2013)