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La ley de Godwin

No soy partidario de los escraches, entendidos como protestas ciudadanas ante los domicilios privados de personajes públicos. Considero que el derecho de reunión y manifestación, reconocido en el artículo 21 de la Constitución, tiene su límite en el derecho a la intimidad, tanto personal como familiar, recogido en el artículo 18.

Sin embargo, hasta los propios convocantes han empezado a llamar escrache a cualquier protesta, incluidas las manifestaciones ante sedes de partidos, instituciones u oficinas bancarias, así como en actos públicos, como inauguraciones o conferencias, donde acuden políticos o gobernantes. Pero eso no son escraches, son ejercicios legítimos del derecho de manifestación.

No obstante, la inmensa mayoría de los escraches organizados por las víctimas de los desahucios han sido pacíficos, por lo que tildarlos de “nazismo puro” y de reflejo de “un espíritu totalitario y sectario” propio de los años 30, como hizo hace una semana María Dolores de Cospedal, es sacar las cosas de madre, pasarse tres pueblos, una hipérbole malintencionada que solo busca demonizar las protestas ciudadanas y convertir a las víctimas en verdugos y viceversa. Esas palabras de la número dos del PP son un ejemplo de ‘reductio ad Hitlerum’ (reducción a Hitler), expresión acuñada en 1951 por Leo Strauss, filósofo político judío germano-estadounidense e ideólogo de los ‘neocons’. Según Strauss, esta falacia consiste en refutar un punto de vista de la contraparte acusándolo de nazismo. En el mismo sentido, el abogado Mike Godwin enunció en 1990 la Ley de Godwin o regla de las analogías nazis, según la cual, al crecer una discusión por Internet, la probabilidad de que aparezca una comparación relacionada con los nazis o Hitler se aproxima a uno. Por extensión, su enunciado se puede aplicar a cualquier abuso o uso inapropiado de las analogías nazis en artículos o discursos, especialmente políticos, caso de las palabras de Cospedal o cuando, hace más de un mes, Ibarra, haciendo alarde de su habilidad para, por cierto, romper cristales, comparó a Artur Mas con Hitler y Mussolini.

Lo peor de estas falacias es que, a base de repetirlas hasta la náusea, acaban, cual virus, infectando las mentes de buena parte de los españoles, amén de desviar la atención sobre la verdadera cuestión: que hay decenas de miles de familias que se han quedado sin su casa víctimas de abusos de la banca consentidos por el Gobierno de Rajoy y antes por el de Zapatero, por mucho que los socialistas, llevados por cálculos electoralistas, rechacen ahora el apaño legislativo aprobado por el Congreso con solo el voto de los populares. Apaño que cierra en falso el problema de los desahucios, porque no lo resuelve, solo alivia con tiritas los casos más sangrantes.

La reiteración de una falacia es una estrategia que practicó con maestría precisamente un nazi, Joseph Goebbels, ministro de la Propaganda alemán, quien decía que “una mentira mil veces repetida se transforma en verdad”. Aunque ya hay mentiras, que por mucho que se repitan, no se las cree ni Dios, como que sus capos no compraron la ‘omertà’ de Luis ‘el cabrón’ pagándole lo que no hay en los escritos por no trabajar, mientras tratan de escatimarles el pan y la sal a los más de seis millones de parados.

(Publicado en el diario HOY el 21/4/2013)

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