«Nos están poniendo las cosas especialmente difíciles a los alumnos que no somos excesivamente brillantes ni ricos. El nuevo sistema está enfocado a potenciar las élites económicas y las intelectuales». Así opina sobre el aumento de las tasas universitarias y de los requisitos académicos para acceder a las becas Noelia Parra, de 23 años, estudiante de ADE y Turismo. Está opinión es recogida por Aracely R. Robustillo en un excelente reportaje publicado por HOY el domingo 16 de junio, junto con los testimonios de otros universitarios como Vicente Izquierdo, de 23 años, que estudia Ingeniería Informática y que tiene claro que los políticos apuestan ahora por la Formación Profesional «porque quieren mano de obra barata».
Esas opiniones no son aisladas, porque el gran mérito de José Ignacio Wert ha sido lograr lo que ningún ministro de Educación ha logrado antes, el consenso en la comunidad educativa… pero en su contra, sobre todo con su última ocurrencia: un nuevo modelo de becas que exige aún mejores notas a los universitarios y bachilleres si quieren recibir ayuda del Estado. En teoría, ese modelo premia a los alumnos que hacen más méritos, que rinden más. En la práctica instaura una falsa meritocracia que atenta contra la igualdad de oportunidades. Sí, porque los brillantes pero sin dinero serán becados y los mediocres hijos de papá con dinero podrán pagarse los estudios superiores. No así, en cambio, los ‘mediocres’ y pobres, que quedarán para ser mano de obra barata y obediente que curre como autómatas dirigidos por una élite de gestores a sueldo de las grandes empresas. Un paso más hacia la corporatocracia.
Vamos de cabeza hacia un sistema universitario similar al americano. Y temo que, como en EE UU, los estudiantes sin dinero acaben entrampándose de por vida solicitando créditos usurarios para costearse la carrera. También temo que, cada vez más ahogada por los recortes de la financiación pública, acabemos vendiendo nuestra alma máter al diablo. El Plan Bolonia abre la puerta a la entrada de los grandes bancos y empresas en la universidad. Eso, a priori, parece positivo, porque se achaca a esta que es una fábrica de parados que no sabe satisfacer las necesidades laborales del empresariado. Sin embargo, el sabio de José Luis Sampedro advertía: “La universidad con salsa boloñesa es la muerte de la universidad. La universidad era un templo de sabiduría. Esto que hacen ahora es una escuela politécnica. Han dado la universidad a los financieros y los financieros lo que quieren es ganar dinero. Eso implica que lo que se enseña es saber hacer cosas, pero no saber cómo son las cosas”.
En efecto, la universidad no está para enseñar a hacer, sino para enseñar a pensar; o sea, no está para formar al ‘homo faber’ (para esto está la FP) sino al ‘homo sapiens’. Y en este campo de concentración en el que penamos, el trabajo no es lo que nos hará libre sino la educación, porque, insistía Sampedro, “para ser libre hay que tener el pensamiento libre y para tener el pensamiento libre hay que educarse”. Pero “nos educan para no pensar, para ser productores y consumidores, no para ser hombres libres”, como lamentaba el escritor y economista faro de los indignados, para quien “Wert representa la Contrarreforma y con ella no es posible formar ciudadanos libres”.
(Publicado en el diario HOY el 23/6/2013)