El truco es viejo, pero sigue siendo efectivo: que tengo lío en casa, monto un pollo fuera, y aquí paz y después gloria. Todo gerifalte lo sabe: no hay mejor cosa para ganarse el favor de los propios que enfrentarlos a extraños, sean reales o inventados. Hasta la familia peor avenida hace piña cuando tocan a uno de los suyos, porque “puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”, como dijo del dictador nicaragüense Somoza el secretario de Estado con Franklin D. Roosevelt, Cordell Hull.

Lo hace el vizconde de Barcelona azuzando a los catalanes contra la Meseta cada vez que se le revuelve el gallinero contra sus tijeretazos o salpican a su partido con un caso de corrupción. También el barón rojo, a imagen y semejanza del ‘bellotari’ rompecristales, mentando a la madre del rey de Polonia o amagando con darle con las puertas en la narices a su jefe de Madrid cada vez que se le solivianta el cortijo y no le basta la mano izquierda para templar gaitas. Y no podía ser menos el príncipe de la Moncloa, que, acosado, como está, por Luis ‘el cabrón’ y sus papeles, ha tirado del manual de la ‘realpolitik’ para desviar la atención de la opinión pública, con el inestimable apoyo de su corifeos mediáticos, estimulando el ardor patriotero contra la Pérfida Albión por un enésimo episodio del ‘affaire’ Gibraltar, nuestras Malvinas particular.

Rajoy podría haber generado tamaña cortina de humo alentando a los cruzados contra el rey Mohamed en defensa de Ceuta, Melilla, las Chafarinas o el islote de Perejil, como hizo, por ejemplo, su antaño mentor y hoy enemigo íntimo, Aznar, cuando lo reconquistó el 17 julio de 2002 tras caer días antes en aviesas manos sarracenas, justo, qué casualidad, ni un mes después de la huelga general del 20 de junio que tumbó la reforma laboral del Gobierno de don José María, una cachetada en el trasero de los trabajadores comparada con el correazo que les ha dado don Mariano. Pero ahora estamos a bien con Marruecos después de la conciliadora visita de nuestro monarca a su clemente ‘sobrino’ alauí, que, a petición de su ‘tío’ Borbón, indultó a 30 presos españoles de más que dudosa ralea, entre ellos, a un pederasta.

Además, la película ‘Bajarse al moro’ ya está más vista que el tebeo, aunque no menos vista está ‘Gibraltar español’, pues se proyecta una y otra vez, a conveniencia del mandamás patrio de turno, desde hace justo 300 años, cuando, por el Tratado de Utrecht, el Reino Unido nos birló Gibraltar y Menorca. España recuperaría la isla balear definitivamente en 1802 -si bien un verano sí y otro también los británicos la recolonizan sangría en mano-, pero no el Peñón, que ya resulta un peñazo. Por mí, se lo pueden quedar los ingleses. Ahora, no paso por que sirva de refugio al botín que los Bárcenas de turno y demás bucaneros de cuello blanco nos han choriceado a todos los españoles, mientras a mí no cesan de meterme mano en el bolsillo ora Hacienda, ora el patrón. Por ello, urjo a Rajoy a que ejecute su amenaza de perseguir a los defraudadores que residen en España y declaran su patrimonio en el paraíso fiscal de la Roca para evadir impuestos. Es más, ¿por qué carajo no lo ha hecho antes y permite que paguemos justos por pecadores? Ah, ingenuo, con don Dinero hemos topado.

(Publicado en el diario HOY el 11/8/2013)