La vieja y depresiva Europa no anda bien de la cabeza. Necesita urgentemente ayuda psiquiátrica. Dudo si padece esquizofrenia o trastorno de personalidad múltiple (también llamado de identidad disociativo), aunque me inclino por el segundo. Según tengo entendido, dicho trastorno es un mecanismo de defensa de la persona, que se escapa de la realidad para poder sobrellevar el dolor y el miedo provocado por un abuso repetido durante la infancia. Consiste en la existencia en el individuo de dos o más identidades o personalidades. Al menos dos de ellas controlan de forma recurrente su comportamiento. Además, el paciente sufre amnesia y es frecuente que intente suicidarse o automutilarse.
Nuestro paciente europeo presenta 27 personalidades, pero las que llevan la voz cantante son el castrador superego germano y el gallito ego francés, quienes, una y otra vez, reprimen los deseos del ello ciudadano y mangonean al resto de identidades. En su infancia sufrió varios abusos, los más traumáticos y recientes a manos de dos padrastros totalitarios y crueles: Hitler y Stalin. Esos abusos le han llevado a intentos de suicidios, como las dos guerras mundiales, o de automutilación, como la guerra fría o la manera en que está afrontando la crisis del euro: primero, demorando en exceso el rescate de su personalidad más disoluta, la griega, lo que desestabilizó a otras también frágiles, como la irlandesa, la portuguesa, la italiana y la española; luego, apretándose el cinturón hasta la asfixia, sangrándose y dándose tijeretazos, incluso en órganos vitales para su estado de bienestar. También parece tener pérdidas de memoria, pues no recuerda o no quiere recordar que su modo de hacer frente a la crisis solo agravará su salud mental, como ya le sucedió durante la Gran Depresión de los años 30.
El tratamiento de este mal suele ser arduo, largo y doloroso. El individuo puede sufrir muchas crisis debido a acciones de las personalidades y por la desesperación que puede acarrear la terapia. El objetivo del terapeuta es facilitar la comunicación entre las distintas identidades, estabilizarlas e integrarlas en una única o, al menos, alcanzar una interacción armoniosa entre ellas. El problema de nuestro paciente es que su personalidad dominante, la alemana, torea e ignora sistemáticamente al inoperante equipo médico que lo trata, encabezado por Durão Barroso y Van Rompuy. Se echa de menos al doctor Delors, quien ha advertido que la raíz del trastorno europeo está en la falta de un poder central que coordine las acciones (políticas económicas) de sus personalidades (naciones), lo que permitió que algunas de ellas actuaran sin control (incurriendo en deudas imposibles de pagar). Pero ese poder central debe recaer en un terapeuta que sea totalmente autónomo de la identidad teutona o cualquier otra y que ayude al paciente a integrar todas sus personalidades en un yo que satisfaga racionalmente los deseos y demandas del ello ciudadano no subordinándolos al superyó germano, sino conciliándolos con él. Menuda empanada mental, ¿verdad?
(Publicado en el diario HOY del 4/12/2011)