Aunque es legal, es injusto que quien ha matado a 23 personas pase en la cárcel el mismo tiempo que quien ha matado a una. Pero también es injusto, e ilegal, según ha ratificado el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, aplicar a un reo una norma o una interpretación a posteriori de la misma con carácter retroactivo, aunque duela, y mucho, que los beneficiarios de esa sentencia sean terroristas, asesinos, violadores y narcos. Y eso es lo que se hacía con la doctrina Parot, pese a que el artículo 9 de la Constitución prohíbe la retroactividad de las normas. Por muy indeseable que sea esa panda de condenados, en la democracia el fin no puede justificar los medios. Y la doctrina Parot fue una trampa jurídica que dio argumentos a los etarras para, siendo verdugos, presentarse como víctimas y poner en entredicho nuestro Estado de Derecho. Por tanto, el fallo de la Gran Sala de Estrasburgo no hay que interpretarlo como una victoria de los terroristas, sino como un triunfo del Estado de Derecho, pues lo legitima. Las víctimas del terrorismo no tienen que verlo como una derrota, si acaso deben pedir cuentas al Gobierno actual y al anterior por utilizar de forma electoralista y torticera una triquiñuela para ganarse su apoyo.
No obstante, este caso demuestra que legal y justo no siempre son lo mismo, pues ha habido, hay y habrá leyes tremendamente injustas. Ante ellas, a los ciudadanos solo les cabe dos cosas: intentar tumbarlas o modificarlas a través de sus representantes en el Parlamento, o, cuando estos hacen oídos sordos o dejación de sus funciones y salen en estampida cuales domingueros que se van de puente, desobedecerlas de forma pacífica, siguiendo los pasos de los primeros cristianos bajo el Imperio Romano, Henry David Thoureau, Gandhi, Mandela, Luther King… No hacen falta grandes gestos. Pequeños actos de desobediencia civil pueden provocar una revolución o un gran cambio legislativo, como el de Rosa Parks, la mujer negra que se negó a ceder el asiento a un blanco en un bus en 1955 en Alabama, lo que prendió la chispa del movimiento pro derechos civiles que acabó con la leyes segregacionistas en EE UU. O como el de las mujeres saudíes que desafían la prohibición de conducir vehículos. O el de esos pescadores italianos de Lampedusa que rescatan a los inmigrantes que naufragan frente a la costa siciliana contraviniendo la ley Bossi-Fini que penaliza a quien ayuda a sin papeles a llegar a Italia. O las paralizaciones de desahucios de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca.
Mas el primer acto de desobediencia fue el de Adán y Eva al comer del árbol del bien y del mal, infringiendo la ley de Dios. Así, el primer acto humano libre fue una transgresión. Y como dice el profesor James C. Scott en ‘Elogio del anarquismo’, “saben, a ustedes, y en especial a sus abuelos, les hubiera venido bien tener un espíritu algo más transgresor. Algún día se les pedirá que, en nombre de la justicia y de la razón, infrinjan una ley más importante, y todo dependerá de que lo hagan. Tienen que estar preparados (…). Lo que ustedes necesitan es un poco de ‘gimnasia anarquista’. Infrinjan cada día alguna ley trivial que no tiene sentido, aunque solo sea cruzar la calle en rojo. Utilicen su propia mente y decidan si la ley es justa o razonable. De este modo se mantendrán en forma, y cuando llegue el gran día, estarán preparados”.
(Publicado en el diario HOY el 3/11/2013)