Hace justo dos semanas murió ‘el Abuelo’, un alcornoque de 500 años, en la finca La Herguijuela, cerca de Monfragüe. Este árbol singular no soportó el peso de sus ramas y se desplomó. Quizá, como sostiene el dueño de la finca, una discreta poda le hubiera salvado la vida. Pero la normativa medioambiental prohibía que se tocara.
Nuestro árbol del bienestar se encuentra en similar estado crítico. Urge podarlo para evitar su caída. A ello se han entregado sin mesura nuestros jardineros infieles, mas temo que se les vaya la mano con la motosierra y acaben talando el tronco o alguna rama capital. Cortar no basta para sanearlo; también se necesita regarlo y abonarlo, algo que se está descuidando. Cierto que el agua y el estiércol escasean en estos tiempos de sequía, pero habrá entonces que reclamárselos a los que tienen el pozo y el estercolero a rebosar, amén de intensificar la limpieza de fosas sépticas y emplear más zahoríes en la búsqueda de manantiales ocultos. Sin embargo, nuestros mayorales han decidido reducir en 3.000 personas la plantilla de la Agencia Tributaria, entre cuyas funciones está perseguir el fraude fiscal: o sea, a los que nos roban agua y la esconden en oasis.
Por su parte, los patrones de la finca quieren más facilidades para echar a labriegos y braceros e incluso al personal de servicio público. Y, por supuesto, pagarles menos jornal. Por eso, se le van los ojos detrás de los ‘minijobs’, que no son unos pantalones cortos, sino miniempleos. Esta fórmula laboral se creo en Alemania en 2003 para atajar el galopante paro -en especial, el juvenil- y la economía sumergida. Consiste en contratos con un sueldo de no más de 400 euros para faenas de “escasa consideración” (camarero, cuidador de ancianos o discapacitados, dependiente de tienda, cajero de súper…). El empleador paga menos al fisco y la Seguridad Social. Y hasta 2003 un ‘miniempleado’ no podía currar más de 15 horas semanales; desde entonces, no hay límite. Así, para un empresario es de recibo contratar a tres trabajadores con un miniempleo antes que a uno con jornada completa. Ello ha ayudado a elevar el número de curritos pobres en la próspera Alemania. Según un reciente informe del comisario europeo de Empleo, representan el 6,8%, dos puntos porcentuales más que en 2005. En España son el 11,4%, y creciendo, pues la gran obsesión de los patrones es aumentar la productividad de sus empleados, y eso pasa por que hagan más en menos tiempo y por menos dinero.
La creciente precarización laboral contribuirá a reducir más aún el poder adquisitivo de los españolitos, que no deja de menguar: ya es ocho puntos inferior a la media de la eurozona. Pero los patrones se empeñan en solicitar medidas que incrementarán esa precarización. Se están tirando piedras sobre su tejado, porque cada vez menos gente podrá comprar sus productos y acabarán cerrando el negocio y haciendo cola ante el comedor de Cáritas como los curritos a los que echó o paga una mierda.
Nuestro árbol del bienestar se muere, pero más por falta de agua y abono que por exceso de ramaje.
(Publicado en el diario HOY el 18/12/2011)