Acabó 2014, el año del principio del fin de la crisis económica, dicen, pero también el año en que entró en crisis el sistema político consensuado en 1978. Y arrancó 2015, el año del despegue definitivo de la economía, dicen, pero… ¿será también el año del principio del fin del bipartidismo?
La explosión de la burbuja inmobiliaria puso término al, dicen, más largo ciclo virtuoso de la economía patria, que degeneró en vicioso. Y la irrupción electoral de Podemos puede poner término al, dicen, más largo periodo de estabilidad y prosperidad en democracia vivido por España, que degeneró en corrupción.
Soplan vientos de cambio de régimen, o más bien de esperanza de cambio, como hace justo 40 años. Entonces, el cambio se gestó desde arriba y su palanca fue UCD. Hoy, el cambio se ha gestado desde abajo y su palanca puede ser Podemos. Son muchos los que comparan Podemos con el PSOE de Felipe González que arrasó en las elecciones generales del 28-O de 1982. Sin embargo, yo también veo semejanzas entre Podemos y UCD. Cierto que Podemos nació de la costilla izquierda de Adán y UCD de la derecha, pero ambas surgieron con vocación de ser transversales y arcoíris, de aglutinar entorno a un líder carismático a gente de toda clase y condición y de casi todos los colores políticos. UCD se hizo con la hegemonía política articulando diferentes demandas ciudadanas en torno a una demanda común: la instauración de la democracia. Y Podemos las ha articulado en torno a una nueva demanda compartida: regenerar la democracia, lo que pasa por que el pueblo derroque a la ‘casta’ que lo mangonea. De la mano de Adolfo Suárez, UCD pilotó la transición de la dictadura a la democracia, pero se quedó a medio camino, porque, como sostiene el economista Juan Torres López, «en España el poder real lo tiene un grupo de mil a dos mil personas, con un poder financiero impresionante, que procede en la gran mayoría de los casos del franquismo». Y de la mano de Pablo Iglesias, Podemos aspira a pilotar una segunda transición: la de esa oligarquía con facha democrática a una democracia real. Sus detractores, en cambio, agitan el espantajo de que que Podemos convertirá el país en una demagogia (forma corrupta y degenerada de la democracia) u oclocracia (gobierno de la muchedumbre) al estilo de Venezuela.
Ahora bien, Podemos corre el riesgo de ser flor de un día, como le ocurrió a UCD. Esta implosionó cuando prescindió del pegamento que la mantenía unida, Adolfo Suárez, y la ciudadanía consideró que había cumplido el papel para el que fue creada ‘ex novo’: pilotar la transición. Papel que no hubiera podido llevar a cabo sin el apoyo tácito del Partido Comunista, lo que este pagó en las urnas. Lo mismo puede sucederle ahora a su heredera, IU, si decide respaldar a Podemos con el fin de impulsar la segunda transición.
El PC estuvo a punto de ser fagocitado por aquel camaleónico PSOE que en 1982 alcanzó la Moncloa con la promesa de un cambio que iba a dejar a España que no la iba a conocer ni la madre que la parió. Para llegar al poder, los socialistas abjuraron del marxismo; para mantenerse en él, claudicaron ante el neoliberalismo y cambiaron la chaqueta de pana por la americana. Veremos si este será el año del cambio de aquel cambio o el año en el que nos vuelvan a dar el cambiazo y gato pardo por liebre.
(Publicado en el diario HOY el 4/1/2015)