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Cigarras y hormigas

«Desgraciadamente, en Europa predomina la extrañísima idea de que todas la cigarras viven en el Sur y todas las hormigas, en el Norte», decía el exministro de Finanzas griego Yannis Varufakis el pasado enero en una entrevista con la cadena austriaca ORF nada más ganar Syriza las elecciones.

En efecto, siempre hemos visto a los alemanes, y por extensión a toda la Europa septentrional, como a la hormiga de la fábula de Esopo, que trabaja duro, no disfruta de la vida, ahorra, mientras que la cigarra se limita a holgazanear al sol, a cantar y a no hacer nada, y luego viene el invierno y pone a cada cual en su sitio. Nos han hecho creer ‘ad nauseam’ que todos los germanos eran hormigas serias, responsables, intachables, de las que uno se podía fiar sin miedo a que le robaran la cartera. En contraposición, todos los españoles, italianos y griegos eran pintados como cigarras pícaras y gandules. Pero, en realidad, como advertía Varufakis, hay hormigas y cigarras en todas partes. Como explicaba el polémico economista, «lo que ocurrió antes de la crisis es que las cigarras del Norte y las cigarras del Sur, banqueros del Norte y banqueros del Sur, pongamos por caso, se aliaron para crear una burbuja financiera que los enriqueció enormemente, permitiéndoles cantar y holgazanear al sol, mientras que las hormigas del Norte y del Sur trabajaban, en condiciones cada vez más difíciles, incluso en los buenos tiempos». Cuando la burbuja estalló, las cigarras del Norte y del Sur se conchabaron y decidieron que la culpa la tenían las hormigas del Norte y del Sur: «La mejor forma de hacer eso era enfrentar a las hormigas del Norte con las hormigas del Sur, contándoles que en el Sur solo vivían cigarras. Así, la UE comenzó a fragmentarse, y el alemán medio odia al griego medio, el griego medio odia al alemán medio. No tardará el alemán medio en odiar al alemán medio, y el griego medio en odiar al griego medio».

El escándalo de Volkswagen ha puesto aún más en entredicho esa imagen tópica de todos los alemanes como hormigas, como sinónimo de fiabilidad, alimentada por anuncios como ese del Opel Astra en que aparece la modelo Claudia Schiffer sentenciando que es imposible que un Opel se estropee porque «es alemán». Los malos humos de una de las compañía bandera de la industria germana han ennegrecido toda la marca Alemania y amenazan con gripar la locomotora europea y, por ende, la incipiente y frágil recuperación. Y no solo, también han puesto en tela de juicio el capitalismo renano, del que era símbolo el fabricante del coche del pueblo y que contraponía su rostro humano a las salvajes maneras del capitalismo anglosajón. El truco del almendruco de VW para vendernos gato por liebre ha dejado en evidencia que el capitalismo, aunque se vista de verde, rojo o seda, capitalismo se queda. Al final, el objetivo de todo capitalista es el sueño de toda cigarra: lograr el máximo beneficio con el mínimo coste, aunque sea al alto precio de dañar el medioambiente y, por tanto, como advirtió el papa Francisco en la ONU, a la humanidad. A este paso, como dice el físico Stephen Hawking, «la raza humana tendrá que salir de la Tierra si quiere sobrevivir». El hallazgo de agua en Marte nos hace recuperar la esperanza de que otro mundo rojo es posible. Pero me temo que las cigarras no tardarán en esquilmarlo con el sudor de la frente de las hormigas de siempre.

(Publicado en el diario HOY el 4/10/2015)

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blog personal del periodista Antonio Chacón Felipe

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