Que «Hacienda somos todos» es un lema meramente publicitario, como arguyó la abogada del Estado Dolores Ripoll en el inicio del juicio del caso Nóos para defender la exoneración de la infanta Cristina, ya más que lo sospechábamos, claro. Pero escuece, y mucho, que te lo digan a la cara. Es una «falta de respeto», como replicó el juez José Castro, para los ingenuos ciudadanos que, pese a todo, nos creemos esa milonga y pagamos nuestros impuestos religiosamente, incluso más religiosamente que la Iglesia, que tiene bula fiscal como Dios manda.
Y duele aún más que te lo diga una defensora del Estado, o sea, de todos. Claro, que también está por ver que el Estado seamos todos. Acaso se confunda el continente con el contenido y el Estado no sea más que la jaula de hierro weberiana donde todos, o casi todos, estamos encerrados. Mas hay pájaros que logran salir airosos de ella y con el buche lleno de alpiste que nos han robado a los pardillos comunes. Las más de las veces les ayudan buitres diestros en pajarear y desplumarnos a las incautas aves zonzas de alas recortadas. Esos pajarracos son aves migratorias que no tardan en ahuecar el ala y tomar aires donde los traten como aves del paraíso. Levantan el vuelo y se creen inmunes e impunes. Y cuando se caen con todo el equipo, acabamos las aves tontas de siempre cargando con el mochuelo.
No hay que tener vista de águila para darse cuenta de que no todos somos iguales ante los ojos de halcón de Hacienda, por mucho que lo diga la Constitución. En su artículo 31 es meridiana: «Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio». Sin embargo, según el sindicato de técnicos de Hacienda (Gestha), las grandes empresas pagan por el impuesto de sociedades un tipo efectivo del 6% (el nominal es del 30%), frente al 15% de las pymes (el nominal es del 25%). Y los asalariados españoles dan al fisco más de 40 euros de cada cien que cobran, según el ‘think tank’ Civismo, que sostiene que «pagan considerablemente más impuestos las rentas bajas y medias que las altas». Eso explica que la economía sumergida ronde el 20% del PIB. «En nuestro país hay una mayor economía sumergida porque a la emergida la asfixian con burocracia y la expolian a impuestos», a juicio del presidente de Civismo, Julio Pomés.
No obstante, Gestha calcula que más del 70% del fraude fiscal del país lo cometen pájaros de altos vuelos, pero el 80% de los recursos de la Agencia Tributaria se dedica a investigar a avecillas.
Tampoco los españoles somos iguales ante la ley, pese a que así lo asegure el artículo 14 de la Carta Magna. La Justicia no es ciega sino tuerta y mira con mejor ojo al que vuela alto, como el águila real, su familia de rapaces y otras aves de rapiña. La prueba es la ‘doctrina Botín’, un traje a medida que la Justicia le hizo al fallecido banquero cántabro para eludir la cárcel y con el que ahora se pretende vestir a la hermana del Rey para sacarla del banquillo.
No quiero ser pájaro de mal agüero, pero me temo que no hay azulón, pavo real, pato malvasía o mirlo naranja que arregle la pajarera nacional.
(Publicado en el diario HOY el 17/1/2016)