Mario Conde, el fénix de los chorizos de cuello blanco, ha vuelto a la cárcel ocho años después de que saliera tras cumplir ni la mitad de la pena de 20 años que se le impuso por saquear Banesto.
La encarnación de la España del pelotazo, quien enseñara el camino a los Blesa, Rato y otros pájaros de la misma ralea, se creía tan listo como para burlar a Hacienda y la Benemérita. Durante 15 años lo logró y, vía trile fiscal, este hijo de un inspector de aduanas utilizó ocho países para, presuntamente, blanquear y repatriar desde Suiza y otras cuevas de Alí Babá más de 13 millones de euros. Ese dinero, al parecer, es parte del botín que birló del banco que presidió hasta aquel, paradojas del destino, Día de los Santos Inocentes de 1993 en el que se cayó con todo el equipo y el Banco de España intervino Banesto tras destapar un agujero patrimonial que superaba los 3.600 millones. Una vez saneado con ayuda de todos –el Estado puso 600 millones–, Banesto acabó siendo engullido por los Lannister montañeses.
Hasta entonces, don Mario se había codeado con lo mejor de cada casa, incluida la real. Empresarios, periodistas y políticos de todo pelaje le habían bailado el agua. Los estudiantes de Económicas y Empresariales se habían mirado en su espejo babeantes. Hasta hubo quien vio en él la gran esperanza blanca del centro-derecha. Le sobraba el carisma del que carecía Aznar. Como el gran Gatsby, era un gran seductor y embaucador hasta el punto de ser investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense en un acto presidido por el mismísimo rey Juan Carlos. En ese momento de gloria tocó el cielo. Apenas seis meses después caería a los infiernos.
No obstante, no por nada don Mario fue el primero de la clase y pasó de abogado del Estado a abogado del diablo y caballero de fortuna en tiempo récord. Por ende, ya en Alcalá-Meco, no tardó en camelarse al director de la prisión, destituido en 2004 por el trato de favor dispensado a tan engominado recluso. Y tras abandonar el trullo se dedicó a vender aceite, como don Vito Corleone, y productos de belleza, amén de a escribir libros y pontificar como tertuliano en Intereconomía, despertando aún admiración en patrones rancios que veían en él un Robin Hood de los ricos. Asimismo, pese a ser el segundo mayor moroso de Hacienda y haber devuelto las raspas de lo que robó, seguía viviendo a todo tren. Y es que don Mario, con dinero y sin dinero, hace siempre lo que quiere y su palabra es la ley; no tiene trono ni reina, ni nadie que le comprenda, pero sigue siendo el rey.
Mas Némesis volvería a castigar la ‘hybris’ del arrogante creso gallego. Ya saben, el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. La actual crisis nos lo ha demostrado.
La caída de Conde y Banesto fue el punto álgido de la fuerte resaca que sufrió España tras la juerga de 1992. Poco aprendimos de aquella lección. Una década después, la historia se repetiría multiplicada por seis. El Estado nacionalizaría Bankia y le inyectaría más de 22.000 millones en mayo de 2012, en lo más crudo de la gran recesión que estalló en 2008 tras otra etapa de excesos inmobiliarios, bancarios y bursátiles. Los casos Banesto y Bankia son las instantáneas que mejor retratan las consecuencias del capitalismo financiero y de amiguetes rampante.
(Publicado en el diario HOY el 17/4/2016)