La campaña electoral española se ha trasladado a Venezuela. Su crisis política y económica es un arma arrojadiza contra Unidos Podemos. Las amistades peligrosas del politburó podemita con el régimen chavista son utilizadas ‘ad nauseam’ por PP, PSOE y Ciudadanos para amedrentar al electorado biempensante. ¡Cuidado, que vienen los populistas!, advierten de forma goebbeliana.
Lo paradójico es que para frenar el «populismo que quiere destruirlo todo» echan mano de técnicas populistas como el venenoso mensaje del miedo. El más descarado ha sido el líder naranjito, quien a su regreso de Caracas, donde ha estado dos días haciendo campaña, lágrimas incluidas, clamó: «Lo que yo he visto en Venezuela no lo quiero para mi país», algo «incluso peor que una dictadura», «una tiranía arbitraria». El Gobierno ha reprochado a Rivera de acordarse de Venezuela solo en periodo electoral, mientras, a menos de un mes del 26J, se ha apresurado a elevar la crisis venezolana a la categoría de riesgo para la seguridad nacional.
En realidad, Venezuela está en la agenda política española desde que Podemos entró en liza y amenaza el bipartidismo reinante. Pablo Iglesias, Monedero y compañía han contribuido a ello por su pasado como asesores chavistas, por la aireada sospecha de que Caracas los financió y por no marcar distancias claramente con el régimen de Maduro. Bien harían en ello para despejar dudas, pues dicho régimen no es un buen espejo en el que mirarse.
Sin embargo, Hugo Chávez fue el fruto prohibido de un sistema corrupto en el que dos partidos, el democristiano Copei y la socialdemócrata Acción Democrática (AD), se turnaron en el poder durante cuatro décadas sin sacar de la pobreza a la mayoría de la población de un país que flota sobre petróleo y que, por ello, queda al albur de su precio. Es la maldición del oro negro. Eligiendo a Chávez, los venezolanos se limitaron, al final, a cambiar de ladrones. La democracia degeneró en una oligarquía bajo el turnismo de Copei y AD y en una demagogia bajo el régimen chavista.
La alternativa al chavismo tampoco invita a la esperanza, pues es una amalgama de partidos que van desde la izquierda radical a la derecha más rancia, antaño enemigos y hogaño unidos por una única causa: su antichavismo. Si desbancan al «loco como una cabra» de Maduro, una caricatura de Chávez, la pelea de gallos está servida.
El gallo opositor que más despunta es Leopoldo López. Maduro lo está llevando en volandas a la presidencia. Desde que lo metió en prisión, acusándolo de golpista e instigador de las manifestaciones de febrero de 2014 no autorizadas por las autoridades, en las que hubo 43 muertos, López no deja de ganar adeptos. Lleva el mismo camino que Chávez, cuya carrera hasta el Palacio de Miraflores se inició en 1992 con un fracasado golpe de Estado por el que fue encarcelado. Ese fracaso fue el principio de su éxito; lo convirtió en un mártir, un salvador para la mayoría pobre y, tras ser liberado, ganó las elecciones en 1998.
El Ejecutivo de Rajoy ha hecho suya la causa de López, porque eso de encerrar a los opositores no es democrático. Mas no utiliza el mismo rasero con teocracias como la saudí, a la que vende armas que emplea para cometer crímenes de guerra en Yemen, amén de esclavizar a las mujeres y ejecutar a los disidentes. Es lo que tiene la diplomacia, disfraz de la hipocresía política.
(Publicado en el diario HOY el 29/5/2016)