Don Tancredo ha decidido, por una vez, bajar al ruedo y enfrentarse cara a cara con el toro, pese a que no tiene asegurado el triunfo. El 30 de agosto se someterá al debate de investidura en la plaza del Congreso y hasta entonces negociará un acuerdo con Albert Rivera para ganarse el apoyo de los 32 diputados de Ciudadanos. No obstante, aunque, como se prevé, logre el sí quiero de los naranjitos, sin la abstención del PSOE no saldrá por la puerta grande.

Sin embargo, el líder socialista se está mostrando un morlaco obstinado difícil de lidiar, que no entra al trapo ni a la de tres. Sí, sí, Pedro Sánchez no se amilana, de momento, por la amenaza de unas terceras elecciones en caso de que Rajoy se estrelle en la arena del Parlamento. Su intención es que salga corneado de la faena. Luego, Dios dirá, a lo mejor a la segunda acepta que vaya la vencida para el diestro gallego. Este no ha puesto al azar la fecha del festejo en que espera coronarse. Si fracasa en la que espera sea su Semana Grande y no surge ningún otro candidato a ser investido presidente, se repetirían las elecciones generales el 25 de diciembre, ahí es nada. Tal día no es de prever mucha afluencia a las urnas y el 26J ya ha demostrado que una mayor abstención beneficia al PP y perjudica a la izquierda.

Con esta celada, don Tancredo espera que Sánchez cambie de postura. Pero don Pedro, en su fuero interno, conserva aún la esperanza de ser presidente si Rajoy se la pega. Se le ‘escapó’ al maquiavélico de Pablo Iglesias, que dejó al bravo de Ferraz con los cuartos traseros al aire cuando aireó sus conversaciones de alcoba. El matador morado está dispuesto a lo que sea por tocar pelo, hasta cortarse la coleta.

Mas el primer espada podemita no gana a maquiávelico a don Tancredo, quien se maneja mejor con el florete que con el estoque. Nada más llegar a la Moncloa no dudó en seguir un sabio consejo que da Maquiavelo en el capítulo VIII de ‘El Príncipe’. El pensador florentino recomienda al gobernante que accede al poder que «examine de cerca todos los perjuicios que deba infligir, y que lo haga de un solo golpe, para que no tenga que repetirlos a diario; y, así, al no desorientar a los hombres, será capaz de tranquilizarlos y ganárselos con favores». Y concluye: «Las injusticias deben hacerse de una vez, para que, habiendo menos distancia entre ellas, ofendan menos; los beneficios, por el contrario, deben administrarse poco a poco, para que se saboreen mejor». Y esa lección Rajoy la ha aprendido muy bien, como ha demostrado.

Eso sí, mientras a Iglesias le encanta sobreactuar, Rajoy es más de no actuar. Quien no actúa no avanza pero tampoco comete errores. El presidente en funciones sigue una estrategia silente que, hasta ahora, siempre le ha dado excelentes resultados. Él, como buen gallego, ni sube ni baja; espera paciente a que sus rivales se desesperen, metan la pata y ellos solitos caigan en la trampa.

La estrategia de Rajoy es la de la araña, en concreto, de la conocida como ‘atrapa puerta’. Teje una sedosa y pegajosa red y, escondida en un agujero en el suelo, aguarda a que su presa caiga en ella. ¡Ojo!, la araña suele tener más de una red, lo que aumenta sus posibilidades de éxito.

(Publicado en el diario HOY el 21/8/2016)