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Monstruos S.A.

Tras el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses, circula por la redes sociales esta traducción bastante libre de una célebre cita del comunista italiano Antonio Gramsci: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos». Trump es uno de esos monstruos surgidos en este interregno o claroscuro que vivimos. En el que hubo entre las dos guerras mundiales, Gramsci estuvo encarcelado por orden de Mussolini, otro monstruo que, como Trump y el rijoso dragón Mal-Rodrigo de la obra teatral ‘Pelo de tormenta’, del recientemente fallecido Francisco Nieva, provoca, a la vez, temor y fascinación en el pueblo, que siente atracción por lo desconocido cuando está indignado con lo conocido.

En palabras del propio Nieva, el dragón «es la fenomética naturaleza del mundo para el que las instituciones, las reglas, las conductas morales que impone el hombre no significan nada (…) y vemos también que el pueblo es fundamental en la orientación de la vida y se mueve por impulsos, en los que no se niega ni se afirma el mal, pero es apasionado y violento, con las reacciones de un animal que se puede expresar con palabras».

Decía Aristóteles que en el justo medio está la virtud cuando los extremos son viciosos. ¿Pero qué pasa cuando el vicioso es el medio, ese que representaba el bipartidismo? Que la plebe buscará impulsivamente la virtud en los extremos. Según Gramsci el fascismo no es la expresión de toda la clase dominante, sino que es el producto político de la burguesía urbana y agraria que ha entregado el poder a la alta burguesía. Eso ha ocurrido en EE UU: las clases medias (la burguesía urbana y agraria), castigadas por la crisis y la globalización económica, han entregado el poder a la alta burguesía, o sea, a un multimillonario como Trump, que se presenta como un antisistema, como en su día Berlusconi, cuando, en realidad, es un hijo bastardo del sistema, lo mismo que el fascismo lo es del capitalismo.

En el interregno de los años veinte y treinta, las reacciones a la crisis del sistema capitalista desde la extrema izquierda y la extrema derecha, con ser muy diferentes, degeneraron en totalitarismos. Tras la II Guerra Mundial, Europa encontró el justo medio en el Estado democrático y social de Derecho o de bienestar, que nació del consenso entre socialdemócratas y democristianos. Pero tras las crisis del petróleo de los setenta, Reagan y Thatcher acaudillaron una contrarrevolución neoliberal, basada en la utopía de la autorregulación del mercado, que ha desembocado en un totalitarismo invertido: el poder ha pasado del Estado a don Dinero, de los parlamentos a los consejos de administración. Las víctimas de ese totalitarismo se están rebelando lanzándose al pozo del dragón.

Nos encontramos en el primer acto de una representación teatral furiosa en la que, como anuncia el personaje ciego de ‘Pelo de tormenta’, «se va a armar la gorda». Sin embargo, como en esta obra, cuando los alguaciles desalojen la fiesta quedará en el pueblo una resaca de vacío, de descontento y de frustración, porque «todo es ceniza, todo es teatro» y «el dragón sólo era las mañas embaucadoras de un bululú». No obstante, como juzgó el crítico teatral Moisés Pérez Coterillo, las obras de Nieva «pueden llamarse apocalípticas, porque anuncian el final de este mundo, pero al mismo tiempo dejan la puerta abierta a un posible renacimiento».

(Publicado en el diario HOY el 13 de noviembre de 2016)

blog personal del periodista Antonio Chacón Felipe

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