España es una olla a presión y cualquier chispa que avive el fuego puede hacerla estallar y convertir la Puerta del Sol de Madrid en la plaza Sintagma de Atenas. Rajoy no teme que eso suceda, pese a los nuevos ajustes que ejecutará en los Presupuestos del Estado de 2012, que presentará el 30 de marzo, cinco días después de las elecciones en Andalucía y Asturias, para no aguarle la fiesta a Arenas.
Sin embargo, los españoles comienzan a perder la paciencia. Empiezan a multiplicarse los que dudan de si tanto sacrificio valdrá la pena. Sobre todo, entre los más jóvenes, que vislumbran, con creciente inquietud, un futuro en el que vivirán peor que sus padres, no quedándoles más salida que emigrar, incluso, a Laponia. Un síntoma fue el surgimiento del movimiento 15M. Otro han sido las manifestaciones de Valencia, la Sodoma nacional, epítome, como diría Antonio Machado, de la España de charanga y pandereta, ladrillo y sacristía, devota de Paquito y Josemaría; esa España tahúr, zaragatera, especialista en el vicio al alcance de la mano. Las iniciaron una treintena de púberes alumnos del “muy pijo” instituto público che ‘Luis Vives’, cansados de estar en clase con el abrigo puesto porque solo ponen la calefacción las dos primeras horas, para ahorrar. Pero la policía cargó a porrazo limpio contra esos a los que llamó “el enemigo” el duro sheriff valenciano, un aprendiz de Joe Arpaio. Y el remedio fue peor que la enfermedad, pues las protestas de solidaridad con los apaleados estudiantes levantiscos se extendieron por media piel de toro. Tuvo que salir Mariano a ejercer de poli bueno y templar gaitas, preocupado por la mala imagen que podamos dar allende los Pirineos. No obstante, temo que este episodio sea un aviso para navegantes de que el actual mandamás no tolerará que los indignados le toreen como a Zapatero. Otro aviso lo dio, semanas antes, la nueva delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, al asegurar que ella no hubiera permitido un asentamiento de dos meses en Sol, en referencia a la acampada del 15M, ni que se incumpliera la resolución de la Junta Electoral Central que no permitía concentraciones en la jornada de reflexión de los comicios del 22M. Otro aviso: Rajoy está dispuesto a meter de matute una restricción del derecho de huelga en la reforma laboral durante su tramitación como ley en el Congreso.
Pero, por más amenazas o avisos, el hambre hace salir al lobo del bosque. Y en España cada vez hay más pobres y los pobres son más pobres, con lo que la crispación social irá a más. Según el último informe de Cáritas, un 22% de los hogares españoles vive en la pobreza (una tasa que solo superan en Europa Rumanía y Letonia) y un 25,5% de la población (11,6 millones de personas) está en riesgo exclusión social. Y la reforma laboral no hará sino engordar estas estadísticas, pues puede que dé trabajo a muchos, pero tan mal remunerados que no será suficiente para librarlos de la miseria, al tiempo que dejará sin empleo a cincuentones con un sueldo digno del que ahora también comen hijos veinteañeros y treinteañeros en paro.
(Publicado en el diario HOY el 26/2/2012)