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Un país de camareros

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La economía española se recupera, pero ya no ladrillo a ladrillo sino copa a copa. España ha pasado de ser un país en construcción a un país de camareros. La hostelería se ha convertido en uno los motores diésel que tira del desvencijado carro patrio.

Antes de la Gran Recesión, España era adicta al ladrillo. Ahora ahoga sus penas en alcohol, que empieza a subírsele a la cabeza y a soltarle la lengua. Así, bajo los efectos de la espirituosa euforia que precede a la resaca, alardea, entre trago y trago, de ser la que más crece y más trabajo genera de sus colegas europeos. Eso dicen las grandes cifras, pero si leemos la letra pequeña veremos que la precarización laboral va en aumento, sobre todo en la hostelería.

A principios de 2008 había 2,7 millones de personas subidas al andamio. Seis años después, tras explotar la burbuja inmobiliaria, quedaban 950.000. De los 1,75 millones de empleos que se destruyeron, solo se han recuperado 200.000. Cuatro de cada diez personas que llevan más de cuatro años en paro proceden de la construcción.

Por el contrario, la hostelería ha creado uno de cada cuatro nuevos empleos. Desde que tocara suelo en 2013, ha generado más de medio millón de puestos y ya da trabajo a 1,74 millones de almas. Sin embargo, es un sector muy estacional, sometido a los vaivenes de la demanda turística, que registra récords año tras año, pero, ojo, gracias al terrorismo yihadista. Sí, porque estamos captando visitantes que han dejado de viajar a las playas del Magreb porque se han vuelto inseguras.

En consecuencia, la inmensa mayoría de los contratos que se firman en la hostelería son temporales, disparándose los que duran menos de una semana e incluso horas. Lo más grave es que, como diagnostica la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), el contrato temporal ya no es la vía para poder lograr uno indefinido, sino «un elemento que perpetúa la desigualdad social, además de dañar la Seguridad Social y el futuro de las pensiones». «Hay gente de más de 45 años que no hace otra cosa que encadenar contratos temporales. Antes en la construcción, al menos, estos duraban años», advierte el investigador de Fedea Florentino Felgueroso.

La metástasis de la contratación temporal y a tiempo parcial está tirando de los salarios hacia abajo, pese a que el PIB ya acumula tres años de crecimiento. Por primera vez desde el inicio de la crisis el salario bruto medio nacional bajó en 2016, hasta 1.878 euros al mes, según los datos del INE, que constatan que en España la precariedad laboral tiene rostro de mujer joven con título universitario que sirve copas o hamburguesas o vende ropa no más de 25 horas a la semana y por menos de la mitad de lo que cobra un hombre mayor de 55 años con contrato indefinido a jornada completa.

En definitiva, se están imponiendo en nuestro país los ‘McJobs’. El término alude al tipo de contrato precario que tienen los empleados de McDonald’s. Por extensión, el diccionario Oxford define como tal cualquier «trabajo poco estimulante y mal pagado, con pocas perspectivas y creado especialmente durante la expansión del sector servicios».

España se recupera sí, pero a costa de cocer a fuego lento el huevo de la serpiente de la próxima crisis y de beberse el futuro de la generación más preparada de su historia.

(Publicado el 12 de noviembre de 2017)

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