El polémico sociólogo y filósofo Juan José Sebreli publicó hace diez años el ensayo ‘Comediantes y mártires’, en el que desmonta cuatro mitos argentinos contemporáneos: Carlos Gardel, Evita Perón, Diego Armando Maradona y Ernesto ‘Che’ Guevara.
Especialmente implacable es el análisis que hace del líder guerrillero e icono de la revolución, al que califica de «idiota político». «Puede decirse que él fue, a la vez, un aventurero, un santo y un héroe, pero no un político», recalca Sebreli, porque «la tarea del político es lenta, discreta y paciente, se realiza cada día y a través de los años, requiere esfuerzo, obstinación, perseverancia; además, necesita la capacidad de transigir, negociar, consensuar, saber replegarse, establecer alianzas». Para el pensador argentino, «Fidel poseía esas cualidades; el ‘Che’, a la inversa, consideraba toda transigencia como traición al ideal revolucionario, encarnaba al sectario ‘izquierdista infantil’ ridiculizado por Lenin, que negaba por principio todo acuerdo».
Salvando las distancias, se aprecian paralelismos entre Guevara y Castro, por un lado, y Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, por otro. Eso sí, una vez más se cumple la sentencia marxista de que la historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa. Así, Puigdemont y Junqueras no son más que caricaturas del ‘Che’ y Fidel. Ambos líderes catalanes son dos farsantes, dos comediantes que han querido pasar por mártires del independentismo. La diferencia es que Puigdemont acabó creyéndose el personaje y tiene más de aventurero que de político. En cambio, Junqueras es más político que aventurero y siempre ha escondido conscientemente su verdadera naturaleza tras una máscara de beatitud. Si el libro de cabecera de este bien pudiera ser ‘El Príncipe’ de Maquiavelo, el de aquel bien pudiera serlo ‘El príncipe y el mendigo’.
No obstante, ninguno de los dos pasará a la historia como mártir, sino como traidor, al menos para una parte del soberanismo. Algo que intentaron evitar simulando ser lo que no son: héroes.
Puigdemont se negó a sacrificarse por el bien de Cataluña aquellos fatídicos idus de octubre para no ser tachado de ‘botifler’, y al final ha sido sacrificado por los suyos. Junqueras soñó que estaba aquí, de estas prisiones cargado, y que en otro estado más lisonjero se vería, pero todo ha quedado en una ilusión, una sombra, una ficción.
En ‘Masa y poder’, el nobel Elias Canetti define como simulación la figura amiga tras la que se oculta otra enemiga y lo ejemplifica con el cuento hindú del ‘Asno con la piel de tigre’. Este narra la historia de un lavandero que tenía un asno capaz de transportar cargas extraordinarias. Para alimentarlo lo cubría con una piel de tigre y luego, cuando caía la noche, lo conducía a trigales ajenos, donde el asno se hartaba a su anchas, pues nadie se atrevía a echarlo, ya que todos lo tomaban por un tigre. En una ocasión, sin embargo, lo acechó un guarda rural que se había cubierto con un manto gris y portaba su arco listo para matar a la fiera. Cuando el asno lo vio de lejos, el amor lo embargó, pues creyó que el hombre era una borrica. Empezó, pues, a rebuznar y corrió hacía él. Entonces el guarda lo reconoció y lo mató.
Como explica Canetti, el asno es una criatura inofensiva que simula ser peligrosa, mientras que el hombre es un ser peligroso que simula ser inofensivo. El asno se siente solo y busca el amor, pero encuentra la muerte. Puigdemont es el asno al que Artur Mas disfrazó de tigre y al que el guarda Junqueras ha sacrificado porque se ha convertido en un peligro incluso para su recua. Pero el peligroso de verdad es el ‘bueno’ de Oriol.
(Publicado en el diario HOY el 4 de febrero de 2018)