El amor es un arte
que nunca se aprende y siempre se sabe
-Benito Pérez Galdós
Emblemáticas. Peatonales. Con historia. Gastronómicas. De tiendas. Inundadas de alma y cariño. Estrechas. Inmensas. Testigos de pasos y huellas, testigos de reencuentros. Arterias únicas que nunca duermen. Sonrisas en su camino. Fotografías diarias. Viajes por sus adoquines. Roban el rumbo en su recorrido.
Y es que, conocidos son siempre los monumentos y museos, el buen comer y el buen dormir. Pero… ¿y qué es de los paseos por las más bellas? Esas, que nos hacen pisarlas por una cuestión u otra. Ellas, son merecedoras de una selección como la que aquí se aproxima. Una España de calles que no dan descanso a nuestros pies.
De sur a norte, por aquello de perder el norte alguna vez. Una isla nos concede el honor de dar rienda suelta a diez paseos ibéricos, a diez obligaciones en todo viaje. Gran Canaria y su amarrada ciudad de Las Palmas, es el punto de partida, para después despegar hacia Andalucía y sus Málaga y Sevilla queridas. Extremadura toma el relevo con Badajoz y Cáceres para conocer más tarde: Madrid, Mallorca, Barcelona, Logroño y terminar en Oviedo. Una proposición sin descanso.
Ay! Gran Canaria… De ella, la envidia es máxima. Por su clima, porque no abandona la franja de los 18 y 25 grados, porque mantiene la primavera todo el año. Uno de los mejores climas del mundo, así lo asegura la comunidad científica internacional. En pleno trópico de Cáncer, rodeada de Atlántico, Lanzarote y Tenerife de un lado y de otro, y segunda en población de todo el archipiélago. Pero Las Palmas de Gran Canaria es la que nos atrapa ahora. Es cultura, vida y ocio. Mucho que aportar y conocer en una excursión donde dejarse llevar a pie, no vale subirse al coche. Y así es como su Calle Triana se abrirá ante nuestra mirada. No solo puedes ir de compras por ella, también su ubicación la convierte en más especial por su conexión con el Parque San Telmo y con el barrio antiguo de Vegueta. Es una zona preciosa, desde la que desembocan tantas otras estrechas que ensalzan el paseo. Peatonal y perfecta todos los días del año.
Vuelo directo a Málaga. Otra bien calurosa, cuando el Mediterráneo así se encapricha. Andalucía su dueña, la comunidad que da cobijo a tantos andaluces repartidos por Almería, Cádiz, Córdoba, Granada, Huelva, Jaén, Sevilla o Málaga. Siendo las dos últimas, las protagonistas aquí y ahora. Primero los malagueños nos reciben con historia en su Calle Larios. De nombre completo: Marqués de Larios, en honor a Manuel Domingo Larios y Larios, un aristócrata y empresario malagueño del siglo XIX. Sus secretos y pisadas se mantienen vivos a diario. Totalmente peatonal, muy muy comercial, y es la quinta calle más cara de España. Su aspecto de día es elegante, un capricho que no querrás perderte. Pero de noche, su estampa es preciosa, se hace grande con el brillo de los escaparates y balcones. Ubicada en pleno centro y con una interesante unión: la Plaza de la Constitución y la Alameda Principal.
De la mano, Sevilla nos endulza con Calle Sierpes. Esa calle inamovible, como el resto. Que no envejece. Que tiene un ritmo irrefrenable. Con una arte que no se puede aguantar, como dicen por allí. Recogida por la plaza de la Campana y por la plaza de San Francisco, donde está el Ayuntamiento. De principio a fin, escoltada por dos plazas que también serán de buen agrado. Pero Sierpres, a diario hasta la bandera de sevillanos y turistas, llena de comercios, tabernas o ricas pastelerías. De origen estrecho, con unos 380 metros de longitud que se harán eternos a tu mirada. Despacito para meternos en el bolsillo todo lo que reclame nuestra atención. Apúntala en la lista de tareas, y desde luego, no marcharás con las manos vacías.
Dos horas de conducción nos separan de Extremadura y su primera parada. Badajoz y su magia son algo tan desconcertante y misterioso como intrigante. Ciudad plena de recuerdos árabes, orgullosa de palmeras y chumberas. Rodeada de lo rural, reafirma en cada uno de sus rincones su orgullo urbano, su solera de vieja ciudad. Fronteriza y filosófica se antepone Badajoz, con su presentera Puerta de las Palmas, escoltada por dos admirables torres almenadas de manufactura islámica. Esa es la emblemática estampa, aunque juega con un rival: el ‘Puente de las Palmas, que nos conduce a dicha Puerta. Y mucho más que descubrir de la ciudad del buen caminar, de plazas pequeñas e íntimas, sombreadas, de grandes avenidas modernas y estrechas, calles resguardadas del frío y del sol, liberadas del tráfico, laberintos de bares, tabernas, comercios… Y es justo ese premio del buen caminar el que nos ocupa espacio entre estas palabras. La Calle Menacho brinda por el viaje entre sus tiendas, con un carácter peatonal que nació en 2010 para comodidad y belleza de la artería de la ciudad. Guiada por una hilera de árboles, traduce su extensión en alma para los pacenses.
Sin abandonar tierras extremeñas, Cáceres nos reclama en su casco antiguo y su Calle Pintores. Cada casa, un palacio. Cada piedra, un tesoro. Cada hombre, un hidalgo. Así se define Cáceres, y con ello, ya inquieta. Presenta uno de los conjuntos Monumentales más importantes de España, y por no quedarnos cortos, hasta del mundo. Tanto por la conservación como por la densidad artística. La UNESCO supo premiar su presencia al declararla en 1986 Patrimonio de la Humanidad. Partícipe de ello es la citada calle, pequeñita pero con mucho espíritu. Probablemente la más transitada de la ciudad y que da paso a la Plaza Mayor, de igual obligación. En su días dió cobijo al gremio que le dió su nombre, y así tomaron el relevo los bares de tapas y tiendas de todos los estilos. Muy estrecha y peatonal, no debe faltar en tu visita.
De Madrid al cielo, conocida frase que nos traslada hasta la capital. En ella, la rama más emblemática es Gran Vía. La más grande, la de los teatros, la que se abre ante ti llena de tiendas y de luces que reclaman tu atención. De una sóla vez, pero con fuerzas pues alrededor de 1 km te espera desde la Calle Alcalá donde comienza, hasta la Plaza de España donde desemboca. Tiene ese encanto de mitad espectáculo y mitad zona de tiendas. Y es, concretamente, el tramo comprendido entre la Plaza de Callao y la de España el que recibe el nombre del Broadway madrileño. De noche o de día, es majestuosa. Con su edificio de Metrópolis, el precioso Hotel Atlántico, el Cine de Callao o el edificio de Telefónica: estos son algunos de los testigos desde las alturas. Precisamente desde lo más alto, podrás fotografiar a la Gran Vía y sus distintos rincones, por ejemplo el Círculo de Bellas Artes en la Calle Alcalá, ofrece una terraza con unas magníficas vistas a la entrada de la avenida más importante de la ciudad. Ya lo sabes, así tocarás el cielo.
Antes de marchar al norte, un viaje en avión hasta Mallorca. La isla balear nos acoge con un clima más húmedo, y así nos guía hasta la ciudad mallorquina y su Calle Colón. Ubicada en pleno centro, conecta la Plaza de Cort, donde se encuentra el ayuntamiento de la ciudad, con la Plaza Mayor. Es ya impresionante su situación, a lo que se le atribuye una historia de lejos, haciéndole honor al navegante Cristóbal Colón. Engalanada con edificios de estilo regionalista y modernista, como es el caso del Edificio El Águila. Todo repleto de tiendas y viviendas en un ‘ir y venir’ de gente en su recorrido total de 200 metros. Adornada con arbolitos, alternando con pequeñas farolas, es un gusto el pasear por ella.
De vuelta a la península, sin abandonar la costa, llega el turno de Barcelona. No es una adivinanza complicada, porque su grandiosa no puede ser otra: La Rambla. Dos kilómetros de Las Ramblas, que ahí es nada. Un paseo en toda regla para disfrutar desde la Plaza de Cataluña hasta el puerto antiguo. En ella encontrarás historia e historias, y una ciudad muy despierta. No perderás un instante del tiempo si te dejas caer en ella, pues posee un espíritu enriquecedor que no deja indiferente a nadie. Mires donde mires hay un entretenimiento: tiendas, kioskos de prensa, de flores, actores callejeros, buenísimos restaurantes y pastelerías,… y según te aproximes al puerto habrá algún mercadillo, así como dibujantes improvisados. De lo más emblemático hacia las alturas, es el Palacio de la Virreina, el mercado de La Boquería o el teatro de El Liceo, donde se representan óperas y ballets. Es, sin duda, un gran escenario de ocio, comercio y cultura que no descansa.
Dirección oeste: destino La Rioja. Tierra de vino, de aromas, color y cuerpo. Se desgrana así, junto a su ciudad logroñesa y la famosa Calle Laurel. Como viene siendo habitual, se asienta en el casco antiguo de la ciudad con un alma gastronómico inconfundible. Las tapitas y el buen vino de la zona son su verdadera arma. Podrás acceder a ella a través de las calles Capitán Gallarza, Albornoz y Travesía del Laurel. Lo realmente asombroso es la cantidad de bares y establecimientos dedicados al culto al pincho, concentrados en tan sólo 200 metros. La boca agua solo de pensarte, ¡Laurel! Las horas punta de almorzar son su máximo esplendor, pues cientos y cientos de personas se juntan para degustar lo más rico de la cocina de Logroño. En esta ocasión, las tiendas cobran un sentido nulo, para hacerle un gran hueco al paladar.
El remate es asturiano. No hay mejor final que la sorpresa que trae Oviedo de la mano: la Calle de Uría. Asombran sus edificios, preciosos…destacando La Casa Blanca, Casas del Cuitu o el Antiguo cine Aramo. La calle se extiende desde Fruela hasta la Estación del Norte, y al comienzo de la misma se ubica la Plaza de la Escandaleda, que será también imprescindible en tu visita. Son exactamente 910 metros los que has de recorrer para hacerte con ella, con sus tiendas y repleta de elegancia y de esencia asturiana. Muy transitada, y es que es un placer pasear por ella, con un gusto especial y muy señorial. Además, restaurantes, confiterías y algún hotel serán vigilantes de tu trayecto. No es peatonal, pero goza de anchas aceras y una arboleda que le aporta una vitalidad única. Un toque diferente y de distinción a la última arteria de esta selección.
Calles que nunca bajan el telón.
Calles del pasado, muy vivas en el presente.