Una ciudad se hace un mundo cuando uno ama a uno de sus habitantes.
-Lawrence Durrell
Un mundo y un paraíso. Un hogar y un descanso. Un escondite. Un orgullo que traspasa fronteras. Un origen y un destino. Desconocidas y populares en su interior, a la vez. Enormes, y no tanto. Paisanos o viajeros las inundan. Recorridos insospechables en sus entrañas. Recuerdos e ilusión en ellas. Como acogida o de nacimiento, siempre preparadas. En su sinónimo hallamos metrópolis, villas o urbes. Nada mejor que una CIUDAD para encontrarnos con lo más auténtico de España. Encantadas de conocerse, y con razón.
Toma tierra la guía de una España de ciudades. Dedicación absoluta a éstas, porque no merecen otro destino. Madres de una población genuina. Una vez exprimidas las Comunidades de norte a sur, ese jugo saborea seis hermosuras, de a poco, para dejar protagonismo a las restantes en próximos capítulos. Ese número 6, ahora, es una gota de agua en el mar, con la que estrenar y comenzar a inundar de encanto la guía de ciudades de El Tragaluz. Se pasean Cáceres, Sevilla, Málaga, Toledo, Salamanca y Zaragoza. Del brazo, se agarran algunos hoteles para gozar el doble. Por órdenes de mis irremediables y ciegos sentimientos.
“Cada casa, un palacio. Cada piedra, un tesoro. Cada hombre, un hidalgo“. Así se define Cáceres, y con ello, ya inquieta. Presenta uno de los conjuntos Monumentales más importantes de España, y por no quedarnos cortos, hasta del mundo. Tanto por la
conservación como por la densidad artística. La UNESCO supo premiar su presencia al declararla en 1986 Patrimonio de la Humanidad. La Ciudad Vieja de Cáceres, como renombre de su complejo urbano repleto de Edad Media y de Renacimiento. La ciudad es un exceso (sin empachar) arquitectónico. Entre sus calles es evidente su valía, y bien merece la visita por su aire a pie. Aunque con tal suerte, si es mezclada con rincones tales como la Plaza Mayor, las murallas, la Torre de Bujaco, el Arco de la Estrella o la Plaza de Santa María (entre otros), ya no habría excusa de escapatoria. Un tesoro descomunal, y en el que es difícil dirigir una ruta. No queda otra que empezar por donde buenamente se pueda, y resignarse a ver mucho menos de lo que deberíamos, sea cual sea la duración de la estancia.
Cáceres, es bastante más que su pasado. Presenta proyectos de futuro casi incomparables con lo viejo. Un ejemplo que conjura lo nuevo y lo viejo son las facultades universitarias ancladas en palacios ancestrales. Al margen de las buenas vistas a tu paso, igual satisfacción merece el estómago. De obligado cumplimiento es tomarse unos pinchos a base de jamón, vino y de broche final el licor de bellotas, por las cuestas de la calle Aldana o sentado en uno de los acogedores lugares del paseo de Canóvas.
Para dormir, el Hotel Fontecruz, situado a las afueras y con un gran carácter de descanso ensalzado por su spa; o sino, en el mismo centro, el Hotel AH Ágora, con una ire moderno y de gastronomía muy apetecible.
Continuamos. Llegar a ella por tierra y aire: Sevilla. Reseñar de tal señora, el crecimiento inintermitente en su parte urbanística, especialmente desde la
celebración de la Exposición Iberoamericana de 1929; con ella, la ciudad experimentó un gran desarrollo, con la aparición del Parque de María Luisa o la Plaza de España. El Parque, un pulmón verde de aúpa. Bien de Interés Cultural. Desde 1914, da cobijo a las plazas de España y de América. Recorrerlo es un paseo inmenso. De 40 hectáreas, goza de una extensa variedad vegetal, muy frondosa en muchos puntos, que comparten espacios entre fuentes y zonas de hierba que invitan al descanso. De la mano, imprescindible, perfecta y despampanante… se abre ante ti el marco inigualable de la Plaza de España. Quizás no existan adjetivos o diferenciales posibles para atribuirle a esta PLAZA. Un espectáculo en vivo. Fue construida como edificio principal de la Exposición de 1929. Característico su recorrido en el que se encuentran bancos que representan todas las provincias de España, así como los bustos de españoles ilustres en sus muros. De estilo regionalista, Patrimonio Histórico de España.
Su casco antiguo: inundado de coches de caballo, terrazas en sol y sombra, gente y gente sin cesar. Protagonista y testigo de tal escenario es la Catedral de Santa María de la Sede. Bien de Valor Universal Excepcional. Su exterior es tremendo pero lo que de verdad lo es, es su interior. Desde éste, podrás tener el control del templo y sin duda, mirada hacia arriba para toparte con la grande, la Giralda. Por supuesto, no ha de faltar la subida a la misma, por 35 rampas bien anchas y un tramo final de 17 escalones para acceder al nivel de las campanas desde donde ver Sevilla en una perspectiva perfecta.
Los Reales Alcázares son otro peldaño en tu visita. Además, no ha de faltar el paseo por la Avenida de la Constitución, de tiendas y casas andaluzas, de bares y terrazas, del paso del tranvía y rodeando la Catedral. Y así, acercándonos al paso del río Guadalquivir, para toparnos con la Torre del Oro, gran atractivo y parte de tu lista de obligaciones. Una ciudad adorable y de la que podríamos hablar por horas y horas.
Imposible no citar al precioso y magnífico monumento por hotel, el de Alfonso XIII, lujo y belleza se aúnan en este hogar sevillano, muy céntrico. Para bolsillos más económicos, encontramos varios hoteles pequeñitos perfectos para el turista en pleno casco antiguo: Hotel San Francisco, Hostal Zurbarán o el Hotel Baco.
Atrapados por Andalucía. Los malagueños de la ciudad nos esperan. El regalo que abrimos ahora: Málaga. Con un clima envidiable, subtropical-mediterráneo se le
denomina. Cuenta con un variado patrimonio arquitectónico y arqueológico. Como Patrimonio Histórico y Bien Cultural, la catedral, que con nombre y apellidos es La Santa Iglesia Catedral Basílica de la Encarnación. En carácter cultural, los museos de Picasso y el Carmen Thyssen. El Picasso Málaga es una de las dos pinacotecas del artista, situado en el Palacio de Buenavista, dedicado al genio andalúz desde 2003. Y el estrenado Carmen Thyssen, alojado en el Palacio de Villalón, desde 2011 aguarda en su interior obras de que forman parte de la colección Carmen Thyssen-Bornemisza.
No sólo en lo cultural y en el patrimonio arqueológico destacan los malacitanos. También sus playas son punto de reflexión y deleite del turismo. Allí, frente al mar, degustar de un buen “pescaíto frito”, de espetos de sardinas, del ajo blanco o del gazpachuelo, acompañados de un vino dulce. Playas que te invitan a ello como La Malagueta, El Palo o La Caleta. Es fácil encontrar los chiringuitos situados a lo largo del paseo marítimo.
Para rematar, un gran lujo y un pequeño capricho en el Hotel Molina Lario, seducirá tu llegada, y sabrá darle un buen final al viaje.
De Málaga, hasta un lugar de la Mancha de cuyo nombre jamás querrás olvidarte: Toledo. Su casco antiguo, el más preciado y recordado en tu visita. Situado en la margen derecha del río. Este conjunto parte con la reseña de Conjunto Histórico-artístico desde 1940, aunque de forma insuperable la UNESCO lo tituló Patrimonio de la Humanidad en 1987. Conserva el aire e imagen de ciudad medieval que se refugia en murallas y torreones que dan la bienvenida a su casco. La entrada oficial es la Puerta de Bisagra hasta el Puente de San Martín y el de Alcántara. Se abre un camino hacia la historia y sus múltiples posibilidades para disfrutar. Entre su oferta monumental e impresionante, toma nota de la Catedral, la Plaza de Zocodover, la Mezquita del Cristo de la Luz o el incansable Alcázar frente al Tajo. De carácter museístico también tiene mucho que dar, gracias al Museo de Santa Cruz o el Museo Sefardím entre otros.
Pero lo mejor de Toledo es echar a andar. El mejor plan es perderse entre sus callejuelas, adentrarse en sus jardines… No es sólo lo que encuentras al paso, Toledo es un museo al descubierto por tantas otras cuestiones desplazadas de la cultura. Una calle con un patio puede ser el rincón favorito y tu mayor recuerdo. Sin olvidar, cómo no, la noche toledana llena de leyendas. Ciudad mágica y noctámbula, es perfecta combinación para la inspiración de algunos autores como Quevedo, Bécquer o Buñuel, que dejaron historias que contar como testimonios fieles de la parte oscura de Toledo. Es la otra cara que no te puedes perder. Tampoco lo harás por su magnificencia, su iluminación bajo la luna es de impactante respuesta. Si por el día es un laberinto de piedras, la noche le da un ambiente único y encendido.
Un fin de semana para hacerte con Toledo, para sacar conclusiones, para saber que lo que “dicen por ahí” no es más que la certeza de buenas experiencias de tantos y tantos viajeros. Compruébalo si aún te falta por conocer la ciudad medieval de Castilla-La Mancha. Y en cuestión de descanso…múltiples ofertas hoteleras existen, pero por si hay que decantarse: el Hotel Abad, con encanto, rural y muy bien situado para el viajero que no desea utilizar coche para desplazarse. O el Hotel Antídoto Rooms, de vanguardia, junto a la plaza de Zocodover, con un estilo moderno y de diseño relajante.
De una Castilla a la otra. Turno de Salamanca. El salamanquino, salmantino o el charro, sabe cómo sorprenderte. Gran placer el que ofrecen en una terraza de las muchas que abordan la Plaza Mayor. Pura tranquilidad bajo los cuatro costados de esa maravillosa plaza. De estilo barroco y con diseño del
arquitecto Alberto Churriguera. Como emblemático y de especial reclamo turístico, su Casa de las Conchas, de estilo gótico, levantada desde el año 1493, y en cuyo interior destacan el patio, la escalera y el artesonado. Más de 300 conchas que acarician su fachada, acogen varias leyendas a lo largo de la historia; entre todas, se cuenta que bajo una de las conchas se encuentra una onza de oro, algo que fue costumbre en muchas construcciones para atraer la buena suerte.
Ciudad rica en estudiantes. Y es que también es su Universidad el punto que no debes saltar en la visita. De día y más aún de noche, su belleza es excelente. Con el lema “Lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta”, desprende historia, pues desde 1218 se muestra
en pie, fundada por Alfonso IX de León. La fachada da la impresión de ser un inmenso y rico tapiz, que te invita al embelesamiento.
Por no tener una, tiene dos. Dos Catedrales se encuentran ante ti en una visita obligada. Catedral Vieja de Santa María, de estilo romántico y gótico, desde el siglo XII. Considerada Bien de Interés Cultural y Patrimonio Histórico de España. Y la Catedral Nueva de la Asunción de la Virgen, en pie desde el siglo XVI y con un estilo gótico tardío y barroco. Catalogada como Monumento Histórico-Artístico. Multitud de capillas aguardan en su interior, y con una majestuosidad que has de ver. No hay una sin dos, en este caso. Un conjunto que formará parte de tu viaje. Por otro lado, descubrirás lugares que se escapan de cualquier guía turística, que se cuelan en tu camino para ser retratados. Sólo sucederá tal cosa si te lanzas a la ciudad sin demora, y no olvides el Palacio de Monterrey, uno de los máximos exponentes del estilo artístico plateresco, con una fachada preciosa. Ahora sí, Salamanca es tuya. Historia a tus pies y a tus deseos.
Para los amantes de lo rústico, el hotel Palacio de San Esteban, elegante, muy bien ubicado y asentado en un hermoso convento reformado de gran encanto. Para el disfrute, un hotel boutique en pleno centro histórico, es Microtel Placentinos, ubicado en un edificio del siglo XVI. Podrás descansar entre algodones y entre las paredes de edificios con historia.
Za-Ra-Go-Za. Es así como se acentúa la ciudad. La Basílica de Nuestra Señora del Pilar es su máxima. Y fiel a ella, su Plaza del Pilar. La construcción de este grandioso
templo se inició a finales del siglo XVII. Seguimos, y lo hacemos en la Plaza de la Seo y la Catedral del Salvador, la otra catedral zaragozana, junto a la basílica del Pilar. Recibe también el nombre de Seo. También nos topamos con el Ayuntamiento en la misma Plaza del Pilar, realizado en ladrillo, inspirado en palacios renacentistas. Y cómo no, hablar del Puente de Piedra. Su mejor aliado. Es el puente más antiguo de la ciudad, bajo cuyos siete arcos de piedra lleva discurriendo el río Ebro cientos de años.
Un compendio de edificios hechos a la medida de una panorámica asombrosa. Desde el aire, impresiona. Desde el suelo, engrandece. Aunque no es todo, nada más lejos. Zaragoza va más allá con el Palacio de la Aljafería o la Real Casa de Misericordia. Y algo verde, muy natural, muy GRANDE, es el Parque Grande de José Antonio Labordeta. Unas 40 hectáreas de estampa verdosa y de bosque. Precioso. Pero sin duda, el rincón estrella es El Tubo. Una zona emblemática de tapeo de calles estrechitas donde se da cobijo a históricos bares repletos de especialidades.
Para los que deseen estar a pie de la Basílica, inmejorable situación la del Hotel Sauce, pequeñito y decorado de forma personal, cuidando cada detalle, con un toque alegre y luminoso, y de trato genial. Y como siempre hay quien busca la tranquilidad, a 10 minutos en coche se encuentra el Hotel Hiberus, muy relajante, fabuloso, a muy buen precio.
Seis metrópolis. Y no más. Porque lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Y ‘lo bueno no se alcanza nunca sino por medio de lo mejor‘. Decía Víctor Hugo.
Continuará…