La vitalidad se revela no solamente en la capacidad de persistir
sino en la de volver a empezar.
Francis Scott Fitzgerald
Energía o fortaleza, como semejantes. Vida y garra, como sus reflejos. Es la tesitura perfecta para comenzar. Son caminos que andan… Esos que incluso cuando están secos son también una excelente circunstancia. Porque son siempre una primavera, muy larga y estrecha. Porque mitigan tantos los fríos como los calores de las otras estaciones. Capaces de mantener el caos y la armonía. Porque descubrir un río es ahogarse en la inmensidad de sus propuestas. Río y vida son, sencillamente, lo mismo. O, cuando menos, nada hay vivo si no está mojado. Y son ellos los que empapan los paisajes.
De reflexión.Con demasiada frecuencia, nuestro viejo intento de comprender el mundo se extravía. Lógico, si tenemos en cuenta que la vida es también laberinto… Esa trama de tramas, en las que son múltiples las causas y los efectos. Pero también nos alcanzan, de vez en cuando, inmejorables lugares y momentos de, al menos, asomarnos a esa desbordante olvidada complejidad. De atisbar algo de sus significados. Una de esas pocas oportunidades nos la brinda el río. Primero y fundamentalmente porque su materia prima, el agua, es el colmo de la sencillez. Pero además, no puede ser más diverso, entrelazado y tremendamente creativo.
Porque los ríos son de la vida, en función de la materia orgánica que les llegue desde lo arrastrado por las aguas y lo caído desde lo alto. Porque son los caminos del agua. Y un diseño inseparable de la esencia de la vida. Sin embargo, muchos de los porqués de su existencia se nos escapan, se nos olvidan, se hacen indiferentes. Pero sus corrientes nos susurran sabiduría. España es viajera de ríos. Por su piel pasan todos los años unos 45.000 hectómetros cúbicos de agua, y goza de una trama líquida de unos 75.000 kilómetros por el curso de los principales ríos.
Dentro de las aguas hay un reino vital, de flora y fauna. Y afuera, le rodean paisajes y lugares de hermosa observación. El Tragaluz dibuja una España de ríos para conocer su vitalidad, capaz de todo. Y a su paso, reconocer pueblos, ciudades y joyas de la naturaleza. Seis elegidos para exprimir nuestra trama fluvial. Seis, para no ahogarnos. Desde el noroeste al noreste, pasando por un sur lleno de corrientes. El Miño, el Nalón, el Duero, el Guadiana, el Guadalquivir y el Ebro.
Galicia, en su vertiente atlántica, acoge el río Miño. Con nacimiento en el pueblo de Miera de Lugo y desembocadura en A Guarda de Pontevedra. La región gallega es regada con generosidad por el sistema de frentes de lluvia que no cesan demasiado en todo el año. Se traduce en una regularidad en las corrientes que drenan la totalidad de la comunidad autónoma, territorio que cuenta con varios de los ríos más completos de toda la península. Las cuencas más pequeñas e independientes del gran Miño no suelen superar los 100 kilómetros de recorrido de sus cursos principales. Por ejemplo, el Eo, esa fronteriza y cristalina andadura del agua que drena buena parte del oriente de Lugo. O el Eume, que forma la más deliciosa arboleda ribeña en sus Fragas, un parque natural en las riberas del río. Pero casi lo más maravilloso se vive gracias a la desembocadura. Y es que ofrece uno de lo grandes panoramas de toda Galicia. En A Guarda se divisan los últimos 10 kilómetros del río y uno de esos abrazos de las aguas dulces con las saladas que no pueden resultar más emotivos. Muy cerca de Portugal, en la provincia de Pontevedra, es donde nos despedimos de un camino de unos 310 kilómetros de longitud.
Haz un descanso y disfruta gracias al Hotel Apartamento Marouco o al Hotel Vila da Guarda. Ambos muy pequeñitos, acogedores y en el mismo pueblo de A Guarda.
A pasitos cortos, nos encontramos en Asturias con el río Nalón. De igual vertiente, atlántica y de clima muy húmedo. Da la bienvenida en Fuente La Nalona, en Tarna, y tiene su desembocadura en la costa Cantábrica, entre San Esteban de Pravia y San Juan de la Arena. Hablamos así, de la ría de Pravia. Muy similar al citado Eo, y al Narcea. Pero el Nalón, protagonista en estas letras, nos proporciona una primera verdad cuantitativa: tiene mucha más longitud y posee la red de afluentes más enmarañada de los cursos fluviales de la vertiente norte de la cordillera Cantábrica. Su indudable vínculo con Oviedo, con la historia y con el porvenir de los asturianos, resulta igualmente incuestionable. De su nacimiento, la denominada Fuente La Nalona, hay que mencionar su primer contacto con la luz, que se convierte en una simetría distorsionada. Esa inquietud se mantiene hasta el final, donde vive un caudal imponente que explota junto con su afluente Narcea, en el pueblo de Pravia. Éste, limita con Cudillero, y junto con San Esteban de Pravia, jugarán a ofrecerte lo mejor de la tierra.
Podrás hacer una parada en Pravia en el Antiguo Casino Hotel. O en Muros de Nalón, muy cerquita de la zona, en el Hotel Rural Playa de Aguilar.
Viajamos por las orillas castellanoleonesas para conocer una cuenca muy equilibrada. El Duero, de una longitud de casi 1.000 kilómetros, nos sorprende con un clima continental y con un nacimiento de lo más preciado: en los Picos de Urbión en Soria. Aunque su estuario no es menos maravilloso, lo hace en Portugal, de la mano de Oporto. Es el río con más descripciones poéticas, tras el Guadalquivir. Se extiende con cierto equilibrio por sus dos márgenes, por tanto, ocupa una posición central en la meseta de Castilla y León. Y aunque su largo camino deja grandes recuerdos allá por donde pasa, es de tremenda mención la de los Picos de Urbión. De paisaje alpino, un mundo de desnudez, con una laguna de origen glaciar. Así como de digna reseña la de las decenas de torrentes que se suman rápidamente al padre Duero, por aquellas tierras de Vinuesa, Covaleda. Por Valladolid, Segovia y Zamora, teje bellísimos paisajes. Y es en Oporto donde remata el punto de cualquier tejido.Y es que es un final de cuento, de una suprema elegancia la de encontrarse el río con uno de los más bellos ámbitos urbanos: la integración de la vieja ciudad de Oporto con el Duero. Una delicia. Por si eso fuera poco, buena parte del recorrido luso resulta navegable a través de sucesivos embalses.
Por su largo recorrido, precisarás de un buen hospedaje. Hazlo cerca de los Picos de Urbión, en la citada villa de Vinuesa, en la casa rural Los Ranchales, perfecto para desconectar, en plena naturaleza y con una acogida de lo más cariñosa. En el broche final portugués, dos buenas elecciones son Be In Oporto o Vera Cruz Porto Hotel, muy céntricos y de muy buen servicio.
De los seis grandes ríos españoles, el Guadiana es sin duda el más recóndito, el menos visitado y tal vez el menos recordado. Así lo describen muchos autores, pero permítanme que siembre la duda. Inmenso amor e ilusión por sus desvíos en todo su esplendor. Un esplendor de longitud aproximada a los 800 kilómetros. Con un clima mediterráneo que ya quisieran… Un nacimiento albaceteño, gracias a las Lagunas de Ruidera. Y un desenlace en Ayamonte, en la provincia de Huelva con envidiables lazos con Portugal. Consigue desviarse de los clásicos propósitos. Tanto que a menudo tiene muchas otras vocaciones además de ese convencional recorrer su camino con destino al manantial. Y es que se esconde en varias ocasiones, sobre todo en la parte inicial de su andadura. Por ello, es el experto jugador del escondite de su propio paisaje. Río pacense y manchego. Pero es en Extremadura donde se alimenta mi admiración. El embalse de Cijara es uno de los más recortados entre peñascos, y en el que anidan todas las aves rupestres del país. Y otros dos embalses más y consecutivos: García Sola y Orellana. Su belleza alcanza Mérida de la forma más tranquila. Luego se adentra en la zona más occidental hasta llegar a Badajoz, donde de nuevo se vuelca en una sintonía entre el agua que camina y la urbe que se está quieta.
Echamos el freno en Extremadura, donde has de deleitar a la mirada con sus paisajes, así podrás hospedarte en Mérida entre la elegancia del Bluecity Mérida Palace o en la acogedora casita de Tibula Centro. O en las Lagunas de Ruidera, en el Apartahotel Doña Ruidera o en Hotel Paloma, en Tomelloso a escasos kilómetros del destino.
Sin dar paso a otra España que la andaluza, la manchega y la extremeña. Es el momento del Guadalquivir. Ese otro enigma de mediterráneo seco con 660 kilómetros de longitud. Es Andalucía la gran dueña, casi con un 97% del dominio del río. Sólo el Guadalquivir cuenta con el excepcional privilegio de echar a andar en el corazón del parque natural más grande de la Europa comunitaria, y desembocar justo al lado del parque nacional más importante de todo el continente. Hablamos de las sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, y por supuesto, de Doñana. Es en Jaén donde llega la luz, serenamente, abrazado por peñascos casi aplomados en el corazón de la sierra del Pozo. En su juventud, crece la ilusión entre las sierras jienenses. Además es cordobés y sevillano hasta su fértil desembocadura entre Cádiz y Huelva. Al-wadi al-Kabir, “el río grande”, nos deja boquiabiertos allá por donde pasa. Y no hay mejor forma de hacerse con sus paisajes y secretos que relajarnos entre la sierra de Cazorla o en su final protagonizado por Sanlúcar de Barrameda.
Varias sugerencias para el descanso son el Hotel Puerta de Cazorla o los Apartamentos Castillo Cazorla, en el pueblo de Cazorla, perfectos para disfrutar de los alrededores. O por su parte, Sanlúcar de Barrameda ofrece dos hoteles muy acogedores como son Macia Doñana y la Casa de Huéspedes Los Olivos Sanlúcar.
El norte, como broche final. Cantabria, Castilla y León, La Rioja, Navarra, Aragón y Cataluña. Todas ellas, testigos del imponente río Ebro. Más frío, por su clima continental y mediterráneo. Nace en Fontibre, Reinosa en Santander, y tiene un inmenso cierre de telón en el Delta del Ebro en Tarragona. Con apretado caudal, con gran generosidad, brota el río por las cantábricas alturas de Reinosa. Desde su mismo comienzo, el Ebro suma más agua que cualquier otro de los ríos de la península. Discurre lento y ancho nada más salir por entre jugosos prados, pero enseguida se muta en inmensidad acostada. Destacar su hermoso tramo por los cañones burgaleses, así como su condición riojana y navarra por las que discurren las más abultadas aguas que caminan sobre la piel de España. Además, Zaragoza y su perfecta Basílica del Pilar es observadora de su elegancia. Pero sin duda, la gran espectacularidad la atrapa el Delta. Es uno de los más formalmente bellos del planeta.
Con esta desembocadura se despide el Ebro, con la absoluta necesidad de contemplarlo por horas y horas. Podrás hacerlo hospedándote en Hotel Cal Naudi y Hotel del Port, ambos ideales para explorar el Delta. En las poblaciones de Les Cases d’Alcanar y Sant Carles de la Ràpita, respectivamente.
Estos paisajes de agua y la reflexión se han convertido en una obsesión.
Claude Monet
Algo similar ocurre cuando entras en contacto con seis caminos de agua.
Una obsesión por empaparte de su belleza.