Dije Se acabó, subí a la azotea y me senté en la cornisa. Por suerte, en el último segundo me rescató la persona maravillosa que se convertiría en mi alma gemela y mi entrenador personal. Gracias a ella pasé de ser un gordo risible a lucir este templo del pecado que es mi cuerpo ahora. Ella me enseñó a quererme, a tener una indestructible confianza en mí mismo, a no depender de nadie… Hoy me ha dejado por un suicida más joven. Y aquí estamos otra vez este cuerpo de lujo, mi sólida independencia y mi férrea autoestima, sentadas las tres en la cornisa de la azotea.